Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucho cariño y amor de padre y pastor. Deseo se encuentren bien. Me alegra siempre ponerme en contacto con ustedes a través de esta reflexión de domingo. Terminamos 50 días de Pascua con la solemnidad de Pentecostés. Después de todo el misterio, desde la Encarnación, la Natividad del Señor, la Cuaresma, Semana Santa y toda la Pascua, Ascensión y Pentecostés, terminamos este tiempo con la Solemnidad de la Santísima Trinidad que engloba todo el misterio de un Dios Padre que crea, que da vida, el Hijo de Dios que nos salva, nos redime, entrega su vida por nosotros y el Espíritu santo que es santificador; Señor y dador de vida que nos guía y nos conduce en la verdad.
Una palabra, cinco cualidades
Si quisiera tratar de entender con una palabra el misterio de la Santísima Trinidad, sería ‘Amor’. Dios es amor, Dios padre me ama y me da la vida, Dios hijo me ama y me salvó, Dios Espíritu Santo me ama y me da sus dones.
Precisamente en el santo evangelio de san Juan, breve, pero profundo, nos dice: ‘Tanto amó Dios al mundo, que precisamente por ese amor entregó a su Hijo.
Jesús nos amó hasta el extremo, pasó haciendo el bien y se entregó por nosotros. El Padre nos lo entregó y Cristo entregó su vida. Él es el amor mismo de Dios.
Por eso en el texto del Éxodo, que hoy los invito a releer, dice Moisés: pronunció el nombre del Señor y dice Él mismo: ‘Yahvé’, yo soy el Señor Dios.
Y comienza a decir cinco cualidades en referencia a lo que es Dios: compasivo, Cristo se compadece por nosotros; es clemente, yo peco y vuelvo a pecar, el pueblo es infiel y Él perdona y Cristo nos nuestra en su vida en varias ocasiones al Padre misericordioso; un Dios paciente, no se desespera, nos da una oportunidad, nos escucha; Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo es misericordioso, la cualidad que engloba todo. Y la última cualidad que cita el texto: es fiel.
Dios, El que ama, es paciente, clemente, misericordioso y fiel a la Alianza, a su Palabra, en su amor. Y Jesús es fiel y obediente hasta la muerte; el Espíritu Santo es fiel al Padre y al Hijo.
Contemplar el misterio
Debemos contemplar este misterio de la Santísima Trinidad, hacerlo a la luz de la razón es imposible, pero sí debemos meditarlo en la fe y hacerlo nuestro, no verlo como algo ajeno y contemplarlo a distancia, vivir íntimamente en el misterio de la Santísima Trinidad y en tu vida.
Dios Padre está en mí, me ha dado la vida, soy su hijo; Jesús es el Señor, entregó su vida por mí, me amó, me alimenta con su Cuerpo y su Sangre, está en mí y soy parte de su Cuerpo; el Espíritu Santo es maravilloso, su fuerza, su poder, sus dones, es paciente, me ilumina.Contemplar esto y vivir en la fe.
San Juan dice también: ‘para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga Vida Eterna’, así que tengo que, de veras, hacerme la pregunta ¿Creo de verdad en la Santísima Trinidad? Cada domingo decir ‘Sí creo en Dios Padre, en el Hijo de Dios, en el Espíritu Santo. ¡Pero vivirlo para que tengamos vida eterna! ¡Qué gran misterio de amor!
En la segunda lectura dice san Pablo este saludo litúrgico: ‘la gracia de nuestro Señor hijo Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes’, ¡Qué hermosa expresión! de lo que debe ser nuestra vida.
¿Y cómo vamos a corresponder a ese Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que me ama? siendo buenos. Sean perfectos, misericordiosos, ámense los unos a los otros.
Por eso la segunda lectura nos dice: ‘estén alegres, trabajen por su perfección’ esa es la recomendación que san Pablo nos hace: trabajar cada día en mi perfección; eso es el amor, amar a Dios, al prójimo.
El misterio de la Santísima Trinidad es amor, es paz, armonía, es unidad, es vida. Vivamos en paz y armonía y que el amor de Dios Padre esté siempre con ustedes, queridos hermanos, en esta solemnidad hermosa.
Que esta sea nuestra oración, pero también nuestro compromiso a trabajar cada día:
“Padre bueno, hazme experimentar tu amor; Jesús, mi Señor, dame tu gracia tu fuerza, tu Palabra, tu Cuerpo y tu Sangre; Espíritu Santo, Señor y dador de vida, ilumíname, fortaléceme, guíame en tu amor”.
La bendición de Dios Padre Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes. Un abrazo.