Lectio Divina correspondiente 11 de febrero de 2024 VI Domingo del Tiempo Ordinario… Reflexión y acción de la Palabra de Dios, con la guía de integrantes del Instituto Bíblico san Jerónimo…
Samuel Pérez/IBSJ
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Marcos 1, 40-45.
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso y le suplicó de rodillas: -Si quieres, puedes limpiarme. Jesús, compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo: -Quiero, queda limpio. Al instante le desapareció la lepra y quedó limpio. Entonces lo despidió, advirtiéndole seriamente: -No se lo digas a nadie; vete, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les conste que has quedado sano. Él, sin embargo, tan pronto como se fue, comenzó a divulgar entusiasmado lo ocurrido, de modo que Jesús no podía ya entrar abiertamente en ninguna ciudad. Tenía que quedarse fuera, en lugares despoblados, y aun así seguían acudiendo a él de todas partes. (Texto tomado de la Biblia de América)
Después de haber leído el evangelio, hagámonos las siguientes preguntas para una mejor comprensión del texto:
¿Quién se le acerca a Jesús y qué le súplica?
¿Cuál es la respuesta de Jesús ante la súplica del leproso?
Al desaparecer la lepra de la persona, ¿qué le advierte Jesús? ¿Ante quién le pide que se muestre?
¿Qué tiene que hacer como testimonio de su curación?
¿Hizo caso el leproso sanado de la advertencia e indicación de Jesús de no decir nada de lo sucedido?
Como consecuencia de ello, ¿qué pasaba con Jesús?
Breve Estudio Bíblico
Para una mejor comprensión del Evangelio es necesario insertarnos en el pensamiento de los tiempos de Jesús y así lograr discernir su mensaje. Primeramente, la enfermedad de la lepra era uno de los peores males que podían afectar a una persona. Los leprosos eran considerados como muertos vivientes (cfr. Números 12, 12) al grado de pensar que era un castigo divino, se les declaraba impuros y eran separados de la comunidad. Vivían solos y debían buscar la manera de sobrevivir ya que no podían entrar en Jerusalén ni pisar la ciudad amurallada ante el temor de un contagio. En segundo lugar, la enfermedad estaba relacionada con el pecado, de ahí que aparecía como un castigo divino ante las faltas cometidas. El leproso incluso era una vergüenza para la comunidad y, por ende, además de buscar la cura necesitaba ser purificado. El libro del Levítico (cap. 14) dedica un amplio espacio a la explicación sobre la purificación de un leproso mencionando el detalle de la presentación ante el sacerdote y de una ofrenda. Por eso Jesús en el relato le indica al leproso sanado presentarse ante el sacerdote y hacer lo que mandó Moisés. Por último, las acciones de Jesús dan la certeza de que, aunque realizó diferentes milagros, su principal tarea fue salvar. Jesús no fue meramente un curandero, sino un salvador. Así que el encargo permanente que hace de no decir nada corresponde a la tentación de buscar solamente a Dios en la necesidad y a hablar equivocadamente de Él. La curación que realiza se puede entender también como una reintegración a la vida y a la comunidad como un verdadero hermano. Jesús en sus palabras y acciones va más allá del milagro rompiendo las barreras de ideologías, temores y prohibiciones ya que aquel hombre, al ser reintegrado, se convierte en un testigo de Dios y en un verdadero evangelizador que proclama lo que Jesús hizo por él. Tal es su entusiasmo que Jesús ya no podía entrar abiertamente a ninguna ciudad. También el Evangelio es una invitación a reconocer nuestras propias impurezas y la necesidad de Dios en nuestras vidas para que, con el corazón abierto digamos: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Para profundizar en el Evangelio contestémonos a nosotros mismos, con sinceridad, las siguientes preguntas:
Reflexiona sobre las propias impurezas que te alejan de Dios. ¿Qué te hace pensar la disposición del leproso para ser sanado?
A la luz del Evangelio podemos discernir que una persona después de experimentar la misericordia de Dios y la acogida de una comunidad no esté dispuesta a convertirse en un auténtico discípulo y en un entusiasmado testigo. ¿Qué podemos hacer para que la gente que se acerca a las comunidades parroquiales deseando encontrase con Dios se sienta dignamente acogida y tratada con misericordia?
En nuestra sociedad hay personas que son tratadas como los leprosos en tiempos de Jesús siendo marginadas y rechazadas por diferentes razones. Pensemos en nuestros hermanos migrantes que pasan por nuestra ciudad buscando una vida digna o en aquellos que viven en extrema necesidad. Partiendo de las acciones de Jesús en el evangelio, ¿qué es aquello que debo corregir en mi comportamiento para tratar dignamente a cada persona y no caer en la indiferencia y en la falta de misericordia?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Señor Jesús,
infunde en nuestros corazones ese entusiasmo
para anunciar la Buena Nueva y ser testigos de tu presencia.
Que sepamos reconocer nuestras propias impurezas
y no buscar de Ti solo en la necesidad.
Limpia nuestro corazón de la esclavitud del pecado
para que podamos glorificarte con nuestro testimonio.
Amén.
- Contemplación:
Para intensificar la contemplación repitamos varias veces un versículo de la Sagrada Escritura durante la semana para que alimente nuestra fe:
«Perdona, Señor, nuestros pecados»
(Salmo 31).
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
Nos encontramos a pocos días de iniciar el tiempo de Cuaresma. San Pablo en la segunda lectura nos invita a que todo lo que hagamos, sea para gloria de Dios.
Propuesta: Jesús le respondió al leproso ante su petición “Quiero, queda limpio”. Vivamos este encuentro con Dios acudiendo a confesar nuestros pecados y obrando la misericordia hacia nuestros hermanos enfermos y en necesidad. ¡No olvidemos a nuestros hermanos migrantes!
Primera Lectura: Levítico 13, 1-2. 44-46
Salmo 31
Segunda Lectura: 1 Corintios 10, 31-11, 1
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