Julio Refugio Getsemaní Fernández Rangel | Instituto Diocesano de Teología
Elevamos nuestras oraciones por nuestro querido Papa Francisco, quien está pasando por la dura prueba de la enfermedad.
La figura del apóstol San Pedro es fundamental para comprender la autoridad del Papa en la Iglesia Católica. Jesucristo, Nuestro Señor, le otorgó el poder de las llaves del Reino y el poder de atar y desatar en el cielo y en la tierra. Sin embargo, San Pedro cayó en pecado. Renegó de Cristo y lo abandonó, cometiendo una falta gravísima. No obstante, el arrepentimiento de Pedro fue acogido con amor por Jesús, quien, tras su resurrección, lo restauró en su misión, preguntándole ¿me amas más que estos? Pedro respondió “tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”, a lo que Jesús replico: “Apacienta mis ovejas”. Tres veces Jesús le preguntó si lo amaba, exigiendo una respuesta que brotara de la humildad nacida de su experiencia de pecado. Tres veces contestó Pedro que lo amaba, y tres veces Jesús le dijo “pastorea mis ovejas”.
Con el testimonio de Pedro de trasfondo, podemos analizar cierta postura que se ha introducido en el pueblo católico en las últimas décadas: la del sedevacantismo, una corriente que niega la legitimidad de los papas posteriores a Pío XII, considerando vacante la Sede Apostólica desde 1958. Estos grupos, presentes ya en México, sostienen que Juan XXIII y sus sucesores, hasta el actual Papa Francisco, fueron herejes y, por lo tanto, no fueron papas legítimos.
Los sedevacantistas se presentan como católicos “tradicionalistas”, apegados a la misa en latín, por eso es importante diferenciarlos de otras comunidades verdaderamente católicas como la Fraternidad Sacerdotal San Pedro cuyo carisma está en la liturgia preconciliar (vetus ordo, misa en latín, o misa tradicional, como le llaman algunos), pero en plena comunión con el Papa. La Fraternidad San Pedro surgió precisamente en fidelidad al Papa y los obispos diocesanos. Todos ellos permanecen en comunión con la Iglesia, mientras que los sedevacantistas, al negar la sucesión pontificia desde Juan XXIII, rompen con esta comunión.
Retomando la historia de San Pedro, esta nos enseña que incluso los más grandes pastores pueden tropezar, pero el Señor los sostiene. De hecho, la doctrina de la indefectibilidad de la Iglesia garantiza que esta no puede perder su asistencia divina ni su pastor visible en el Papa. Sostener que la Iglesia lleva más de sesenta años sin Papa es contradecir esta verdad de fe. Si la Iglesia estuviera tanto tiempo sin cabeza visible, habría dejado de ser indefectible. Pero la Iglesia, fundada por Cristo, es asistida permanentemente por el Espíritu Santo.
Si bien es cierto que los sedevacantistas acusan a los papas recientes de herejía (es decir, negar una verdad de fe necesaria para la salvación), tal afirmación carece de fundamento. En todo caso, la verdadera herejía es negar la indefectibilidad de la Iglesia. Claro, pueden haberse dado imprudencias o decisiones discutibles en los últimos Papas, pero nunca se ha encontrado una herejía formal en ellos.
La fe de la Iglesia se apoya en la promesa de Cristo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18). Esta promesa se mantiene firme en cada sucesor de Pedro, aun en tiempos de confusión. San Ignacio de Antioquía, discípulo de los apóstoles, afirmaba: Ubi episcopus, ibi ecclesia – donde está el obispo, ahí está la Iglesia. Negar al obispo de Roma, al Papa, es colocarse fuera de la Iglesia.
Por lo tanto, frente a las tensiones, dificultades y confusiones actuales, el camino del católico es claro: permanecer en comunión con el Papa y con los legítimos pastores de la Iglesia, resistiendo con caridad los posibles errores, pero sin caer en la tentación de erigirse en jueces supremos del Vicario de Cristo. La historia de Pedro nos enseña que la autoridad del Papa no se funda en su impecabilidad, sino en la promesa de Cristo. Amar a la Iglesia es amar al Papa, aun con sus defectos, porque en él resplandece la fidelidad de Aquel que edificó su Iglesia sobre la roca.
Amemos, pues, a la Iglesia, y permanezcamos unidos a Pedro, hoy representado por el Papa Francisco, legítimo sucesor del apóstol. Porque donde está Pedro, ahí está la Iglesia.
Un fuerte abrazo, también, a nuestro querido Obispo, Don José Guadalupe Torres Campos, quien el día de ayer, precisamente en la fiesta de la Cátedra de San Pedro, celebró su XIX Aniversario de Ordenación Episcopal. Pedimos al Señor que lo colme de gracias abundantes para seguir ejerciendo su ministerio como sucesor de los apóstoles, en el pastoreo de esta iglesia particular de Ciudad Juárez. ¡Ahí está la iglesia!