Josefina Veyna lleva toda una vida de devoción al Sagrado Corazón de Jesús, quien la ha ayudado a transitar por su camino, rumbo al Cielo.
Ana María Ibarra
Seis años tenía Josefina Veyna cuando creció en ella la curiosidad de experimentar el amor y la devoción que veía en su madre hacia el Sagrado Corazón de Jesús. Con los años fue entendiendo y viviendo las promesas que el Señor hace a quienes se acercan a él. Ahora con 83 años, Josefina sigue amando al Corazón de Jesús y promueve su devoción con su testimonio.
Una casa cerca
Josefina recuerda que a los seis años de edad rezaba diariamente con su mamá al Sagrado Corazón de Jesús, ya que tenían una imagen Él, además, acudían a su parroquia, en su natal Fresnillo, Zacatecas, donde había un altar dedicado especialmente al Sagrado Corazón de Jesús.
“Un día, tristemente, andaba mi mamá sacudiendo y se le cayó la imagen y se le quebró. Los llantos de mi madre por el Sagrado Corazón se me quedaron grabado en el corazón. Cuando fui creciendo fui entendiendo”, contó doña Josefina.
Compartió también: “En la casa de mis abuelos había un cuadro del Sagrado Corazón y en la misma sala había una imagen de la Virgen y le decíamos mamá linda, esa imagen la tengo yo”.
Josefina recordó que fue su mamá quien llegó primero a Ciudad Juárez en busca de trabajo, ya que su padre murió siendo ella una niña. Tiempo después ella y su hermana se trasladaron a la frontera, en ese entonces vivían en una casa de renta en zona centro.
“Cuando nos pidieron esa casa mi mamá comenzó a pedir: Sagrado Corazón de Jesús dame una casa, pero cerquita de la tuya. Mi padre Dios la oyó y conseguimos una casa atrás de la parroquia”, compartió Josefina.
Desde ese momento, dijo la entrevistada, comprendió que el Sagrado Corazón es el camino al Cielo.
“Con el tiempo conseguí un buen trabajo gracias al Sagrado Corazón y compré una casa también aquí cerca. En la sala no pueden faltar las imágenes del Sagrado Corazón y la Inmaculada Concepción, que era de mi mamá desde que ella tenía diez años”.
Formada en valores
Josefina dijo sentirse agradecida de que Dios la haya hecho nacer en una familia de valores religiosos, creyente y practicante.
“Crecimos en una familia muy, muy religiosa de ir a misa el viernes primero, de visitas al Santísimo. Era una familia entregada al servicio. Todo eso lo aprendimos y lo vivimos desde niñas. Era muy chica y me iba a misa sola, me salía”
Añadió que al llegar aquí inmediatamente se inscribió al grupo de Congregación Mariana y después en Acción Católica, donde trabajó con sus compañeras para apoyar en la primera piedra del Seminario.
Josefina dijo que, aunque no le faltaron oportunidades, nunca se casó y al morir su madre quedó sola, pues su hermana había formado una familia.
“No quise irme a vivir con mi hermana y su familia y me quedé sola en la casa. Sentí la protección del Sagrado Corazón y de la Virgen María. Ellos han sido mi protección”.
Consejo para alcanzar la vida Eterna
En su soltería, Josefina se ha dedicado al servicio en su parroquia y propagar la devoción al Sagrado Corazón.
“Siempre he ayudado a la parroquia donde se me necesita. Lo último fue hacer las lecturas en la misa. El último domingo antes de la pandemia, leí en misa de ocho de la mañana y al final el padre nos dijo que cerrarían la iglesia y así fue. Hace dos semanas vine y ayudé a hacer la banderola”.
Para finalizar, Josefina dejó solo un breve mensaje: “Amen mucho al Sagrado Corazón y no olviden a la Virgen porque Madre e hijo, Hijo y madre van juntos, con eso se alcanza la vida eterna”.