Mons. J. Guadalupe Torres Campos
Muy buen domingo queridos hermanos todos, los saludo con mucho cariño de padre y pastor.
Tercer domingo del tiempo ordinario, pero este domingo tiene una especial particularidad, es el Domingo de la Palabra. El Papa instituyó este día para recordarnos la importancia que tiene la Palabra de Dios para la Iglesia, para el mundo y nos recuerda que la Palabra que se proclama este domingo y siempre, se cumple. Ese es el sentido de la celebración del Domingo de la Palabra: la Palabra se cumple aquí y ahora para que sea un acontecimiento salvífico para nuestro pueblo.
En este domingo, el evangelio de san Mateo nos presenta a Jesús, que comienza con su vida pública, cumpliendo su misión.
Varios aspectos muy importantes a reflexionar para este domingo. Dice el texto que Jesús se entera que Juan fue arrestado y esto, por una parte, entristece a Jesús, pero también es un anuncio de que un día, el mismo Jesús será tomado.
Entonces Jesús se retira a Galilea, tierra de paganos, una ciudad al norte donde hay muchas culturas y situaciones de guerra, de conflictos, judíos de segunda clase. Y ahí Jesús comienza su misión, comienza a predicar la Palabra.
Cuando en el Bautismo de Jesús escuchamos “Este es mi Hijo muy amado, ¡escúchenlo!”, nos dice que hay que escuchar la Palabra, Jesús es la Palabra y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Por eso san Mateo retoma el texto de Isaías en paralelo y dice ‘El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz’, por eso se fue al norte y comienza Jesús a ser Luz con su Palabra, con su ministerio, obras y acciones.
Isaías anuncia este acontecimiento. Y Jesús se presenta, tanto en Isaías como en Mateo, como una luz que ilumina al Pueblo. Y aquí podemos aplicar esa primera parte a nuestra realidad: Juárez, nuestra diócesis, es frontera, es el norte, y está llena de conflictos, parecería que es una situación semejante a la de Galilea por todo lo que vivimos en nuestra ciudad: violencia, muerte, desaparecidos, pobreza, injusticia, muchas situaciones. Entonces Cristo viene como luz que ilumina nuestra realidad. La Palabra, Cristo, viene a iluminarnos, podemos decir, ‘el pueblo que caminaba’, Juárez que camina, ‘vio una gran luz’. Que estemos abiertos en corazón, mente, como persona, familia, comunidad, diócesis, abiertos a una gran luz, Cristo, el Señor.
Y dice enseguida san Mateo que Jesús predica. Y comienza predicando una frase muy importante: ‘Conviértanse porque ya está cerca el Reino de los cielos’. Esa invitación, Palabra de Cristo, sigue siendo muy actual para todos. Cristo nos invita a la conversión, a cambiar, a volvernos a Dios, a dejar el pecado y abrirnos a la luz y a la gracia… a Cristo.
Debo de convertirme. Y como desde Galilea, cuando Jesús vio a Simón, Andrés que estaban trabajando, más adelante a Santiago y a Juan, remendando las redes, y les dijo: síganme los haré pescadores de hombres, déjenlo todo, así hoy también nos invita a seguirlo…ese ‘Conviértete’ es seguirlo. No tengamos miedo de seguir a Jesús en todo.
¿Qué tengo que dejar?, ¿Qué me estorba para seguir a Jesús? En todo lo que haces, seguir a Jesús.
Tres enseñanzas
- Jesús enseña en la sinagoga, es maestro, predica la Palabra y habla con autoridad en la Sinagoga, pero también en el mercado, en la plaza…
- Proclama la Buena Nueva del Reino de Dios, “El espíritu del Señor está sobre mí, me ha enviado para anunciar la Buena Nueva’ por eso debemos estar atentos al Reino de Dios, escuchar a Jesús,
- Cura, sana a la gente de toda enfermedad y dolencias, me sana del pecado.
Por eso decimos: Que en nuestra ciudad, en nuestra familia, en nuestra diócesis, resplandezca la luz de Cristo. Y estar conscientes de que si creo en la Palabra, proclamo la Palabra, acepto a Jesús, eso me lleva al compromiso de dar testimonio de la luz.
Te invito a entronizar la Palabra en tu casa. Lo haremos en las parroquias con una procesión solemne del Evangeliario, pero también en casa podemos poner la Palabra de Dios en un lugar significativo del hogar y hacer una oración para abrir nuestro corazón y vida a la Palabra, que es vida, que une, que sana, que transforma, que me da la fuerza para ser mejor.
La bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes, buen domingo, buena semana. Un abrazo.