Lectio Divina correspondiente al 29 de enero de 2023, IV Domingo del Tiempo Ordinario… Reflexión y acción de la Palabra de Dios, con la guía de integrantes del Instituto Bíblico san Jerónimo…

Samuel Pérez/ IBSJ
1.Lectura: ¿Qué dice el texto?
Mateo 5, 1-12.
Al ver tanta gente, Jesús subió a la montaña, se sentó, y se le acercaron sus discípulos. Entonces comenzó a enseñarles con estas palabras: Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los afligidos, porque Dios los consolará. Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de hacer la voluntad de Dios, porque Dios los saciará. Dichosos los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que construyen la paz, porque Dios los llamará sus hijos. Dichosos los perseguidos por hacer la voluntad de Dios, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien y los persigan, y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía. Alégrense y regocíjense, porque será grande su recompensa en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes. (Texto tomado de la Biblia de América)
Después de haber leído el evangelio, hagámonos las siguientes preguntas para una mejor comprensión del texto:
¿Por qué razón sube Jesús a la montaña y quiénes se le acercaron? De acuerdo con lo que enseña Jesús, ¿de quién es el reino de los cielos? ¿Qué pasará con los afligidos y humildes?
Existen personas que tienen hambre y sed de hacer la voluntad de Dios, ¿qué sucederá con ellos?
Y, ¿con los misericordiosos y limpios de corazón?
A aquellos que construyen la paz, ¿cómo los llamará Dios?
A los qué son perseguidos y calumniados por causa de Dios, ¿cuál será su recompensa? ¿Cómo han de vivir?
Breve Estudio Bíblico
¿Cuál es la identidad que ha de tener todo cristiano? La liturgia de la Palabra lo aclara haciendo hincapié en los valores del Reino de Dios que han de configurar la vida de todo discípulo: la pobreza de espíritu y la humildad. No es que la riqueza sea mala en sí misma ni que Dios esté en contra del bienestar, el riesgo está en desentenderse de Dios y de nuestros hermanos. El profeta Sofonías en la primera lectura llama a vivir una verdadera conversión que consiste en la búsqueda de la humildad, lo cual significa confiar enteramente en Dios y en su voluntad. San Pablo subraya en la carta a los Corintios que los llamados de Dios no andan buscando poder ni sabiduría con criterios humanos sino a Cristo quien es la verdadera sabiduría.
De acuerdo con el Evangelio de Mateo, las llamadas bienaventuranzas, están dirigidas a quienes aceptan el Reino de Dios y presenta las actitudes indispensables que deben tener aquellos que desean entrar y colaborar en la acción salvífica que anuncia y realiza Jesucristo. De ahí, que todas las bienaventuranzas implican una conducta que hacen palpable la Buena Noticia del Reino de Dios, es decir, la hacen una realidad. Por tanto, la pobreza de espíritu y la humildad son para el discípulo la actitud del desapego, la renuncia y el sacrificio; es abrirse al amor, la misericordia y la compasión por el hermano. Sí, es hacerse, por voluntad propia, pobre en el espíritu para gloriarse en Dios. Es una propuesta de Cristo desconcertante, aceptarla es ir en contra de los valores del mundo, pero Dios es la garantía.
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Para profundizar en el Evangelio contestémonos a nosotros mismos, con sinceridad, las siguientes preguntas:
¿En qué tendría que modificar mi vida si las bienaventuranzas fueran el punto de partida?
Según la enseñanza que ha dado Jesucristo en la montaña, ¿te identificas como un dichoso? ¿Por qué?
¿Cómo sería nuestra vida familiar y comunitaria si la configuráramos desde las bienaventuranzas?
Imaginemos un poco más: ¿cómo sería nuestra parroquia si se organizara desde las Bienaventuranzas? ¿Si estuviera conformada por los dichosos de Dios e impregnada por sus acciones?
¿Qué acciones concretas podemos realizar para acrecentar nuestra sensibilidad y acción en favor de nuestros hermanos que sufren por falta de amor, justicia y solidaridad?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Señor Jesús,
que has prometido a los pobres de espíritu
la felicidad del Reino Eterno,
no permitas el dejarnos seducir por los engaños del mundo.
Infunde en nuestros corazones la alegría de los dichosos del Evangelio
y ser para nuestros hermanos una Buena Nueva viva.
Amén.
- Contemplación:
Para intensificar la contemplación repitamos varias veces un versículo de la Sagrada Escritura durante la semana para hacerlo vida:
«Alégrense y regocíjense, porque será grande su recompensa en los cielos» (Mateo 5, 12).
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
Las bienaventuranzas son la puerta al Reino de Dios. No hay que reducir la propuesta de Cristo a la buena voluntad, a una especie de “sentir bonito” o en ayuda filantrópica. Es la compasión por aquellos que más sufren lo que abre la puerta del Reino; alegrémonos y regocijémonos en el Señor, su presencia es la recompensa.
Propuesta: Oremos por tantos cristianos que viven en situación de persecución por predicar el Evangelio, por profesar su fe y ser portadores de la paz. Por nuestros estudiantes que son atacados e influenciados por los valores mundanos, ideologías y la descristianización en las escuelas. Seamos solidarios y portadores de la paz compartiendo de lo nuestro con nuestros hermanos en necesidad, faltos de consuelo y justicia. ¡No olvidemos a nuestros hermanos migrantes!
Primera Lectura: Sofonías 2, 3; 3, 12-13.
Salmo 145.
Segunda Lectura: 1 Corintios 1, 26-31.
Color: Verde