Pbro. Francisco García Salinas
¿Por qué el caso del crematorio Plenitud nos ha dolido tanto?
La respuesta parece obvia, pero no lo es del todo. Estos acontecimientos nos han colocado frente a un acto de violencia contra aquello que para nosotros es sagrado: los restos de nuestros difuntos.
Hemos sido testigos de una profanación.
Los 383 cuerpos, amontonados en las instalaciones del crematorio, fueron profanados. No fue acumulación de trabajo, como inmoralmente comentó uno de los abogados de los detenidos.
Tampoco fue un descuido. Fue una irrupción maliciosa en la intimidad de la muerte de nuestros seres queridos.
Fue la manipulación de eso último que le queda a uno cuando muere: sus restos. Por eso se les llama así. Porque es lo que queda de alguien que ya no está entre nosotros, pero que sabemos que queda algo… y ese algo nos da esperanza.
Por eso llevamos los restos a las iglesias, les rezamos y establecemos con Dios una relación de esperanza. Le pedimos que siempre quede algo de aquellos que hemos amado.
Entregar arena o cemento, como lo hicieron, fue la prueba de que se había cometido una profanación: se entrometieron en la intimidad de las familias, sus difuntos y su Dios.
Por eso ha dolido tanto.
Porque esos sujetos arrebataron a las familias el momento sagrado en que el dolor se transforma en esperanza.
Esa intromisión maliciosa se llama profanación, y la profanación duele.
La profanación humilla.
Además, en Chihuahua es un delito. Y de este no se ha acusado a los detenidos.