Para mi amigo que dice sentirse solo
José Mario Sánchez Soledad/Empresario
El liderazgo es una travesía que, vista desde afuera, parece solitaria. Sin embargo, más que soledad, es un proceso de soltar, de desprenderse de la necesidad de validación externa, del miedo al rechazo y de la comodidad de lo conocido. En este camino, quien cree en Dios nunca está realmente solo, porque su fe lo sostiene incluso cuando nadie más lo hace.
El desafío de liderar: soltar para avanzar
Los grandes líderes enfrentan una verdad difícil: para poder guiar a otros, primero deben aprender a caminar solos. Esto implica soltar muchas cosas:
*Las expectativas de los demás sobre lo que deberían hacer o en quién deberían convertirse.
*El miedo al rechazo, porque no todos entenderán su visión.
*La necesidad de aprobación, porque al principio nadie aplaude lo que aún no da frutos.
Cuando un líder joven inicia su camino, es común que sienta la ausencia de apoyo. Sus ideas parecen demasiado ambiciosas, su pasión puede ser vista como terquedad, y muchas veces es más fácil para los demás dudar que creer. Pero en esta aparente soledad hay una enseñanza poderosa: el líder no necesita que los demás crean en su visión desde el inicio, necesita mantenerse firme en su propósito hasta que la visión se haga evidente para todos.
Dios en el Camino del Líder
Para quienes tienen fe, la soledad no es real. Puede haber momentos de aislamiento humano, de incomprensión, de largos periodos sin seguidores, pero nunca están verdaderamente solos.
La conexión con Dios en el liderazgo es un refugio, una brújula y una fuente de fortaleza. Cuando las fuerzas fallan, cuando las dudas llegan, cuando parece que el esfuerzo no rinde frutos, la fe es el ancla que impide rendirse. Dios ve lo que otros no ven, sostiene cuando nadie más lo hace y guía cuando el camino parece oscuro.
Jesús mismo experimentó esto. Antes de su ministerio, pasó 40 días en el desierto en completa soledad. Aun cuando ya tenía seguidores, hubo momentos en los que ni sus discípulos comprendían completamente su propósito. Y en su momento más difícil, en el Huerto de Getsemaní, enfrentó el peso de su misión en absoluta entrega a Dios. Su liderazgo fue soltarlo todo y confiar.
La llegada de los seguidores
Cuando el líder ha soltado la necesidad de aprobación y ha fortalecido su fe, los seguidores comienzan a llegar. Pero llegan cuando deben, no cuando el líder quiere.
Los primeros serán los visionarios, los que intuyen el potencial. Luego vendrán los que necesitan pruebas más tangibles. Y finalmente, cuando el éxito sea evidente, aparecerán los que siempre dijeron haber estado ahí desde el principio.
Pero en ese punto, el líder ya no depende de ellos. Su camino no lo define la cantidad de personas que lo siguen, sino la convicción con la que avanza.
Conclusión: Liderar es confiar y soltar
El liderazgo no es un llamado fácil. Exige paciencia, resistencia y fe inquebrantable. Exige soltar la necesidad de compañía inmediata y confiar en que, si el propósito es correcto, en el momento adecuado, los aliados llegarán.
Si hoy te sientes solo en tu camino, recuerda: no estás solo. Dios camina contigo, incluso en los momentos en los que parece que nadie más lo hace. En esa aparente soledad, Él te está preparando, moldeando tu carácter y dándote la fortaleza para cuando lleguen las verdaderas pruebas del liderazgo.
Haz de la soledad tu maestra, de la fe tu sostén y del propósito tu guía. Porque los líderes que cambian el mundo son aquellos que aprendieron a caminar primero con Dios antes de ser seguidos por los hombres.