Norma Yadira Lozano Fernández/ politóloga
Octubre de 2021, una mañana fresca que nos deja sentir el otoño de Ciudad Juárez. Recuerdo que hace justo tres años, muy cercanos a este lugar “El Punto”, coincidimos en las calles con cerca de 10 mil jóvenes. Nacía la ola celeste, se consolidaba entre los juarenses la voz que daría voz a los no nacidos.
Caminamos juntos por avenidas que sumaron tres kilómetros, para llegar a “El Punto”, y hacer saber que Juárez es la ciudad donde se generan oportunidades, es la ciudad que recibe a los migrantes, es la ciudad que está agotada de ser referencia por sus muertas.
Hoy nuevamente, los juarenses expresamos a las autoridades del poder judicial, legislativo y ejecutivo, que ¡la interrupción del embarazo, es un asesinato!
Justo hace tres años, nos empezamos a preparar para este frío político. Y en la preparación, encontramos que la tasa de mortalidad materna ha decrecido en un 44% a nivel mundial, gracias a la atención de la mujer durante el embarazo, el parto y el puerperio. Dejando claro que la mortalidad materna no disminuye cuando se despenaliza el aborto.
También encontramos, en cifras de la ONU que en el mundo mueren .0013% de mujeres por abortos inseguros, mientras que las muertes por cáncer ocupan el .12%. Y que Chihuahua es el octavo estado por muertes de cáncer en todo el país.
Los datos duros, nos han llevado a dimensionar problemáticas, sus causas y sus consecuencias y con ello, enfocar acciones de prevención y atención en la agenda de defensa de la vida.
Cuando hablamos de atención al cáncer los esfuerzos no se concentran en extirpar el tumor, sino que los mayores esfuerzos van dirigidos a la investigación para el tratamiento menos agresivo y más certero, o a estrategias de prevención de la enfermedad.
La estadística de las mujeres muertas en un aborto ilegal, deben incentivar programas que frenen la educación sexual hedonista y fortalezca la sexualidad y afectividad de los adolescentes y jóvenes.
Estamos en contra de la resolución de la Corte, porque la muerte de las mujeres en condición de embarazo no es por causa de los abortos clandestinos, sino que se debe a hemorragias, infecciones o aumento de la presión arterial durante el embarazo y post parto.
El proyecto del presupuesto de egresos para el 2022, incrementó el 1.8% con relación a lo aprobado este año. ¿Consideran ustedes que será suficiente para atender lo que con ello deriva una “legalización del aborto”? ¿Es acaso que tenemos recursos bastos para atender la seguridad social, la drogadicción y el alcoholismo, como para sumar un tema más a las responsabilidades del estado? A cada usuario del sistema de salud, le pregunto… ¿les ha pasado que cuentan con sus medicamentos en tiempo y sus consultas de acuerdo a sus necesidades?
Yo he encontrado otra realidad. Desabasto de medicamentos, citas muy alejadas de la debida atención según la enfermedad… Justo la Diócesis de Juárez acompaña en este sufrir a una miembro de su feligresía, que, a la fecha, sigue luchando con los medios solidarios de muchos por una Esperanza de vida.
¡Legalizar el aborto, no es seguro, ni gratuito! El riesgo sigue estando presente y alguien debe pagarlo, pero, además ¡El aborto es asesinato!
¡La agenda pro aborto, es violatoria a los derechos humanos universales!
¡Es responsabilidad del Rstado garantizar la protección de estos derechos!
¡Un derecho humano no puede tener prevalencia sobre un derecho natural!
No podemos justificar el aborto bajo el argumento de los casos de violación; porque la seguridad de todos y de todas es una obligación del Estado. El hecho de una violación no debe suceder y, por lo tanto, la exigencia debe centrarse en demandar no solo seguridad policial, sino, seguridad ciudadana y programas de prevención primaria y secundaria.
Coincido con muchas voces: es necesario proteger a la mujer, pues también ella es una víctima del aborto, aunque el Estado quiera hacernos creer que es un derecho.
¿En qué momento dirán a la mujer sobre las consecuencias que tiene el aborto? Por ejemplo, hacerles saber que los estudios científicos demuestran que las mujeres que abortan, en comparación las mujeres que tuvieron a sus hijos, presentan 50% mayor depresión y ansiedad, 155 veces más suicidios, 220 veces más consumo de alcohol y 110 veces más consumo de marihuana.
Nos quieren hacer creer que para terminar con la violencia contra la mujer es necesario legalizar el aborto. Abriendo la puerta a la irresponsabilidad de hombres y mujeres. Sembrando más división y sometimiento, ¿acaso no se dan cuenta que sólo ocasionan más sufrimiento y violencia, que estas son expresiones de una cultura de la muerte?
Disfrazar de derecho a decidir, por tratarse de un feto o de un cúmulo de células, es un eufemismo. Es un eufemismo cuando se usa para no decir que se está asesinando a un nonato. Y, ¡detrás de un eufemismo, hay un delito!
Un delito en el que el principal responsable es el Estado, por no brindar la protección, garantía y apoyo a las mujeres que lo necesitan, el castigo al violador o la obligación de cumplimiento al progenitor.
Un delito en el que también es responsable el médico que lo practica, que lo promueve y que sólo ve en ello un procedimiento que generará para él más riqueza.
Un delito del que también son responsables las industrias farmacéuticas, que lucran con la ignorancia y con la pobreza.
Quiero dejar en sus mentes las palabras de Santa Teresa de Calcuta: El aborto mata la paz del mundo. Es el peor enemigo de la paz, porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, ¿qué le impide matarme? Ya no queda ningún impedimento.