Mons. J. Guadalupe Torres Campos
Les saludo con mucho cariño de padre y pastor.
Estamos en el Domingo 24 del Tiempo Ordinario. Hoy la Palabra de Dios pudiera resumirla en dos realidades: una triste, el pecado, y la otra alegre, el perdón.
El pecado nuestro, nuestras faltas, nuestra maldad, pero por otra parte la bondad de Dios, el amor tan grande y su misericordia infinita que nos perdona siempre.
El Evangelio de san Lucas es un poco largo este domingo, presenta dos parábolas sencillas al principio, con relación a que una oveja se pierda o una moneda muy valiosa se pierda, pero el dueño la busca, a la oveja perdida, a la moneda de plata y la encuentra.
Son parábolas sencillas pero significan cómo nosotros nos perdemos. Yo soy esa oveja perdida, o esa moneda de plata perdida.
Nos podemos perder fácilmente y Dios nos encuentra, Dios siempre, como un padre, nos encuentra y nos hace fiesta, se alegra. Por eso en ambas parábolas se escucha esta expresión: ¡Alégrense conmigo! El perdón, que Dios nos encuentre y nos abrace es motivo de alegría, no la alegría del mundo, sino de que Dios nos encuentra y nos abraza, me recupera.
Aquí lo importante es que yo que estoy perdido, que acepte el abrazo y la alegría que Dios me ofrece.
Caer…pero levantarse
Y luego viene la otra parábola conocida por todos, del hijo pródigo, y hoy se resalta como la parábola del padre misericordioso.
La hemos meditado muchas veces, cómo este padre de dos hijos, uno de ellos se va y se pierde. A veces somos muy ingratos con Dios y nos alejamos, El que se aleja de Dios se pierde, como este hijo se alejó del padre, y cayó en lo peor, el pecado que ofende a Dios, me alejo de Dios, pero también de mi comunidad, de mis hermanos.
Pero el Señor nos espera. Aquel padre espera, es paciente, ‘mi hijo va a volver’, dice, y el padre está inquieto, orando, pidiendo a Dios, es el Padre Dios, la parábola nos dice que pide que regrese aquel hijo.
Aquel hijo dice: ‘me levantaré, volveré’. Esto es importante: reconocer mi pecado, mis ofensas, reconocer que he caído a lo peor, reconocerlo: me levantaré y volveré a mi padre, con la confianza de que él nos va a recibir. No tengamos la duda de que Dios nos perdona, nos recibe, nos abraza, nos reviste, nos pone sandalias, vestido nuevo para el banquete, para el anillo de la filiación. ¡Alégrense conmigo!
Por eso cuando el hijo mayor se molesta y le reclama, el padre le dice, ‘Alégrate, mi hijo estaba perdido y lo hemos encontrado’.
Dos realidades: una, mi pecado, me pierdo, caigo en lo peor, pero no quedarme ahí, de alguna manera Dios me da la gracia para levantarme y volver a la casa del Padre y al infinito amor misericordioso del Padre.
Lo más grande
Hermanos, mi pecado es grande, pero el amor del padre es mucho más grande, el amor de mi Padre Dios es mucho más grande y hay que valorar eso, resaltar la parábola del padre misericordioso.
Por eso también la segunda lectura de san pablo a Timoteo empieza diciendo doy gracias a aquel que me ha fortalecido, a nuestro Señor Jesucristo, por haberme considerado digno de confianza, digno de su amor, de su perdón. Yo antes era blasfemo, dijo san Pablo, y perseguía a la Iglesia, pero el Señor me rescató, gracias a aquel que me ha fortalecido, mi Padre Dios y nuestro Señor Jesucristo.
Revisar mis caídas
La Palabra de Dios me invita hoy a revisar mis caídas, cómo me alejo de Dios, en qué he caído por mi pecado. Y por eso el salmo, en ese tono de reconciliación, nos invita a cantar: ‘me levantaré y volveré a mi Padre’ y resalta la inmensa compasión y misericordia de Dios, primero, y segundo, crea en mí un corazón puro; soy pecador, me levanto, vuelvo a ti, y te pido: ‘crea en mí -no es mi esfuerzo, eres Tú, tu gracia, la fuerza de tu espíritu que crea en mi un espíritu nuevo.
Y luego el compromiso tercero: Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza, todo mi ser cantará un cántico de alabanza, es decir, de bondad, de justicia, y de paz.
Por eso la Oración Colecta: ‘Dios creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos’. Miremos al padre de la parábola, siempre mirar al horizonte, esperando. Vuelve a nosotros tus ojos, tu misericordia, que experimentemos tu amor para que te sirvamos de todo corazón.
Levantarnos y pedir tu gracia, crear en mi un corazón puro para servirte de corazón en la vida, como sea, siendo obispo, sacerdote, consagrada, joven, padre, madre, cada quien servirte de todo corazón.
Por eso decimos en la antífona de entrada ‘Concede Señor la paz a los que esperan en ti, escucha las plegaria de tu siervo, danos tu gracia.
Pedimos a Dios que nos dé un corazón puro, por eso el éxodo Dios dice del pueblo “Veo que es un pueblo de cabeza dura”, y cada quien somos de cabeza dura y eso nos hace alejarnos de Dios, y caer en pecado, pero por eso le pedimos, ‘dame un corazón nuevo’.
Que el Señor nos ayude, nos fortalezca en toda nuestra vida. La Palabra de Dios por donde la veamos es riquísima, te invito a releerla, meditarla y aplicarla a nuestra vida.
Que tengan un domingo excelente, lleno de bendiciones. La bendición de Dios permanezca siempre con ustedes, un abrazo.