Mons. Felipe Arizmendi Esquivel/ Obispo emérito de san Cristóbal
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Antes y durante la reciente primera asamblea del Sínodo de los Obispos, algunos tenían la inquietud de que se podrían cambiar la doctrina y la moral tradicional que hemos sostenido en la Iglesia Católica. Alguien me hizo llegar el librito El proceso sinodal, una caja de pandora, en que se cuestionan muchos de los puntos que son de por sí controvertidos, pero asegurando que se pretendía formar otra Iglesia, diferente a la querida por Jesús. Incluso, algunos hermanos cardenales plantearon al Papa sus dudas en la misma dirección, acusándolo casi de hereje.
Además del asunto sobre el diaconado femenino, del que traté en mi artículo anterior, hay puntos delicados sobre los que se discute mucho, y se imaginaban que todo cambiaría; por ejemplo, la aceptación indiscrimada de los homosexuales, la comunión a divorciados vueltos a casar, etc. Sobre estos temas, ya el Magisterio de la Iglesia se ha pronunciado, pero siguen dudando de la fidelidad a la Palabra de Dios y a la santa Tradición.
El Papa ha insistido de muchas formas que nuestro único camino es Jesucristo, y que de él hemos de aprender cómo ser Iglesia: más centrada en Jesús, más adoradora del Padre, más conducida por el Espíritu, y por ello mismo más samaritana, más misericordiosa, más cercana a las personas, independiente de su condición moral, pues Jesús vino por los pecadores, no por los que se creen santos; esto sin perder la fidelidad a la Verdad del Evangelio. Quien se encuentra con Jesús, se transforma. No se legitima el pecado, pero se ama a las personas. Por cierto, armonizar verdad y amor es una tarea que ya abordó el Papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate (29-VI-2009).
¿Qué se dijo sobre algunos de estos puntos?
Discernir
“Las páginas del Evangelio muestran que Jesús sale al encuentro de las personas en la singularidad de su historia y de su situación. Nunca parte de prejuicios o etiquetas, sino de una relación auténtica en la que se implica de todo corazón, aun a costa de exponerse a la incomprensión y al rechazo. Jesús escucha siempre el grito de socorro de los necesitados, incluso cuando permanece inexpresado; realiza gestos que transmiten amor y devuelven la confianza; hace posible con su presencia una vida nueva: quien se encuentra con Él sale transformado. Esto sucede porque la verdad de la que Jesús es portador no es una idea, sino la presencia misma de Dios entre nosotros; y el amor con el que actúa no es sólo un sentimiento, sino la justicia del Reino que cambia la historia.
Algunas cuestiones, como las relacionadas con la identidad de género y la orientación sexual, el final de la vida, las situaciones matrimoniales difíciles y las cuestiones éticas relacionadas con la inteligencia artificial, son controvertidas no sólo en la sociedad, sino también en la Iglesia. El comportamiento de Jesús, asimilado en la oración y en la conversión del corazón, nos indica el camino a seguir”.
“Escuchar es un requisito previo para caminar juntos en busca de la voluntad de Dios. Escuchar exige una aceptación incondicional. Esto no significa abdicar de la claridad a la hora de presentar el mensaje de salvación del Evangelio”.
Actuar
En vez de sólo juzgar, condenar, rechazar y excluir a las personas que parecen llevar una vida contraria a nuestra fe, hemos de aprender a respetarles, comprender sus motivaciones, darles afecto cordial, incluirles en lo que sea posible y ofrecerles el mensaje liberador y plenificante de Jesucristo. Él nos transforma, porque nos ama.