A propósito de los 75 años de vida de las Hermanas Misioneras de María Dolorosa que recientemente celebraron en la Diócesis de Ciudad Juárez…
Hna. Nereida Vargas Almeida HMMD/Superiora General
Este es un agradecimiento a todo el pueblo de Dios, a la comunidad de la Diócesis de Ciudad Juárez, laicos, consagradas, consagrados y ministerio ordenado.
A nombre te todas mis hermanas, les damos gracias infinitas por su acompañamiento, cercanía y vivencias compartidas.
Haciendo memoria de estos 75 años de vida, agradecidas por tantas mujeres que han dado su vida y la han dado del mejor modo: con radicalidad, fidelidad, con la única certeza que somos pueblo de Dios y siempre los ojos fijos en Jesús, como lo hizo María, hemos recorrido en estos días unos momentos muy significativos, que confieren sentido para seguir caminando.
Nuestras hermanas fueron partícipes del génesis de esta diócesis. Siempre ubicadas en las periferias o en los lugares sociológicos en los que nadie quiere ir, ellas, ahí estaban. Y aún continuamos.
Traer todos estos acontecimientos ha sido como nos dice Gustavo Gutiérrez: “una clave de comprensión que hace de la historia una Teofanía, una revelación de Dios que llama a la Vida”. No es solo recordar datos y hechos aislados, sino es una lectura de fe.
Por eso, en estos tiempos de prueba nos sentimos invitadas a mantenernos de pie, a caminar juntas/os, a realizar las cosas de una manera diferente, y sobre todo a transitar nuevos caminos, que de alguna manera fuimos recogiendo en el compartir de estos días.
Nuestra tarea es reconocernos humanas, abrazar nuestra vulnerabilidad, aceptar que solas ya no podemos. Reconocernos en una Iglesia que es una comunidad en los que en la diferencia creen, portadoras de una misión que nos trasciende, que va más allá de nuestras lógicas, cálculos, límites, Reconocer que evangelizar es humanizar, es decir; llevar la experiencia de Jesús Resucitado, como las mujeres del alba (Haciendo nuestras las palabras de la hermana Liliana Franco, presidenta de la CLAR).
Nuestro desafío es caminar en una Iglesia más sinodal. Esto conlleva encuentro, escucha, diálogo, discernimiento, armonía y entender que la diferencia es la posibilidad. Sobre todo, estar en el lugar donde se nos necesita. No podemos permanecer en el lugar del confort. La mejor manera de intervenir en la realidad es con otros, hacer redes.
La joven novicia nos hizo reaccionar al hecho de que ellas, como jóvenes, no están llamadas a solamente mantener y a sostener la herencia recibida. Están llamadas a recrearla, potenciarla y reconfigurarla desde la escucha al Espíritu. Esa es la auténtica novedad, la auténtica entrega.
Muchas gracias y felicidades a todas y todos porque este 75 aniversario de las Misioneras de María Dolorosa, ha sido una fiesta eclesial, diocesana.