Lectio Divina correspondiente al 6 de junio 10mo. Domingo del Tiempo Ordinario
Samuel Pérez/ Instituto Bíblico San Jerónimo
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Marcos 3, 20-35
Regresó a casa, y de nuevo se reunió tanta gente que no podía ni comer. Sus parientes, al enterarse, fueron para llevárselo, pues decían que estaba trastornado. Los maestros de la ley que habían bajado de Jerusalén decían: -Tiene dentro a Belzebú. Y añadían: -Con el poder del príncipe de los demonios expulsa a los demonios. Jesús los llamó y les propuso estas comparaciones: – ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede permanecer. Si una familia está dividida contra sí misma, esa familia no puede permanecer. Si Satanás se ha rebelado contra sí mismo y está dividido, no puede permanecer, sino que está llegando a su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no ata al fuerte; sólo entonces podrá saquear su casa. Les aseguro que todo se les podrá perdonar a los hombres, los pecados y cualquier blasfemia que digan, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás; será considerado culpable para siempre. Decía esto porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.
(Texto tomado de la Biblia de América)
Breve Estudio Bíblico.
La primera lectura de este domingo (Génesis 3, 9-15) nos presenta como la unión y la armonía entre Dios y el hombre ha quedado rota a causa del pecado que hace al hombre renegar de su estado de creatura. El árbol prohibido que ocupa un lugar central en el texto nos recuerda el símbolo de la ciencia del bien y el mal en la Biblia. La tentación del mal irrumpe y llega a dominar al hombre que muestra una rebeldía orgullosa contra Dios y lo corrompe. Dios se hace presente emitiendo la sentencia ante la transgresión y a pesar de todo, la luz de la esperanza para la humanidad es por su descendencia de la mujer que terminará por triunfar sobre la serpiente, símbolo del mal. En la segunda lectura (2 Corintios 4, 13—5,1) san Pablo nos llama a reflexionar y a poner nuestra esperanza en lo que es de valor trascendente y no transitorio en esta vida. Pensando en nuestra vida transitoria y en la muerte, nos recuerda que la resurrección arrebata a la muerte de su poder. Esto es lo que nos debe llenar de alegría: aquel que resucitó a Jesucristo, también nos resucitará con Jesucristo. El Evangelio según san Marcos (3, 20-35) nos narra una situación muy peculiar, Jesucristo rodeado por una gran muchedumbre, es criticado y calumniado ahora por sus propios parientes y los maestros de la ley de estar poseído y ser un instrumento de Satanás. Cristo responde y les demuestra su error: Satanás no puede estar contra sí mismo porque iría a su fin. Para Él, esta interpretación es blasfemar contra el Espíritu cerrándose a la manifestación liberadora de Dios ante el mal y el pecado. La familia de Jesucristo no comprende los signos del reino y entonces habla de su nueva familia, la familia espiritual que trasciende los lazos de sangre, aquellos que cumplen la voluntad de Dios.
Meditar la Palabra
Después de haber leído el texto del evangelio y con el fin de profundizar más, respondamos las siguientes preguntas:
¿Quién y de qué calumniaron a Jesucristo?
¿Cómo responde Cristo a esta calumnia?
Hay un pecado que no se perdona. ¿Cuál es?
¿Quién es aquel que pertenece a la familia de Jesucristo?
¿Qué es cumplir la voluntad de Dios?
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para interiorizar y discernir lo que está detrás de las palabras en el pasaje bíblico:
¿Qué signos del Reino de Dios reconozco en mi vida?
¿Qué acciones estoy dispuesto a realizar a partir de hoy para cumplir la voluntad de Dios?
¿Cómo describiría mi servicio por el Reino de Dios?
¿Apoyo los movimientos e iniciativas de la Iglesia que tienen su fundamento en la vida y Resurrección de Jesucristo o apoyo aquellas que pertenecen a ideologías terrenas y humanas?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Señor, gracias por regalarnos una familia y estar presente en medio de ella, deseo en lo personal hacer presente tu Reino en la tierra. Tú conoces las debilidades del hombre y el mal que asecha a tus hijos. Reconozco que he sido instrumento del mal, amigo del pecado. Y arrepentido quiero, Señor, cumplir tu voluntad. Tú has vencido a la muerte y nos llamas a ser participes de tu divinidad. Permíteme contemplarte y llamarte Padre, hermano a Jesucristo, y a María, Madre mía.
Amén.
- Contemplación:
Para la contemplación podemos repetir varias veces un versículo del Evangelio para que entre e ilumine nuestro corazón.
«El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3, 35)
Hagamos el propósito de repetir este versículo durante la semana.
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
Somos verdaderos cristianos cuando realmente nos ocupamos de vivir y adherirnos a Cristo por la fe y por nuestras acciones.
Propuesta: Ante el momento tan importante que estamos viviendo en gran parte del país por las elecciones electorales, tomaré un momento para orar y escuchar al Espíritu Santo para que me asista a reflexionar, decidir y emitir mi voto. El mal asecha nuestro mundo cargado de ideologías terrenales, ante ello, respetaré el don sagrado de la vida en todo momento, oraré por quienes luchan, defienden y promueven la vida humana, don preciado de Dios.