Roberto O’Farrill Corona/ periodista católico
En la pequeña localidad de Genazzano, región de Lacio, a 60 kilómetros de Roma, se venera el icono de la Virgen Madre de Dios que le da nombre al santuario de Nuestra Señora del Buen Consejo, iglesia en la que ella quiso ser venerada en su sagrada imagen que milagrosamente fue transportada por los ángeles hasta este lugar.
Escrito al temple sobre un tablón de madera de 42.5 por 31 centímetros, el icono corresponde al tipo Eleousa porque presenta la íntima relación amorosa entre la Virgen María y su Hijo y por el amor filial que Él le manifiesta a su Madre al abrazarla y unir su mejilla a la de ella antes de entregarle un beso.
Sobre un fondo dorado revestido por los resplandores del arcoíris en la niebla, la Virgen Madre de Dios fija la mirada de sus ojos entreabiertos en Jesús, quien se asienta confiadamente en su regazo cruzando su brazo derecho por detrás del cuello de su Madre para atraerla hacia sí, con su mano, que se deja entrever por debajo de la oreja de María, al tiempo que posa su mano izquierda sobre el pecho de la Virgen acomodando la franja del borde de su túnica.
La Virgen viste una toga de aparente textura semejante al terciopelo de un vivo color azul con un fino borde de grecas doradas y está cubierta desde su cabeza por un elegante manto de color blanco sobrehilado en oro por el que se asoman sus cabellos rubios. Su rostro luce apacible con las cejas arqueadas sobre sus ojos que parecen estarse abriendo tras un momento de meditación; su nariz es fina y recta, y su boca es delicadamente fina.
Jesús viste una túnica de color rojo encendido ribeteada con grecas en torno al cuello y cubierto por un manto de color blanco. Su rostro, de graciosos carrillos abultados, expresa serenidad y le hace lucir gallardo aun a su corta edad. Su boca, aunque más pequeña es similar a la de su Madre al igual que sus cabellos rubios que en él son escasos por ser recién nacido.
El milagroso icono, del siglo XIII, procede del santuario mariano emplazado en el territorio de Scutari, el principal destino de peregrinaje de Albania. Frecuentemente amenazada por invasiones del imperio turco, la población albanesa vivía en constante terror aunque defendida por el intrépido monarca Juan Castriota, apodado Scanderbeg por los turcos contra quienes peleó en innumerables batallas en defensa de Albania desde 1443 hasta su muerte acaecida en 1468. Antes de entrar en batalla, Scanderbeg acudía al santuario de la Virgen Santa María de Scutari en compañía de sus generales para encomendarse a su protección, una devoción de la que surgió el título de “Madre del Buen Consejo”, debido a que ella asiste a todos aquellos que, combatiendo en buena lid, buscan recibir de la Virgen alguna advertencia que les fortalezca.
Tal parece que tras la muerte de Scanderbeg la Virgen quiso que su imagen saliese de Albania y que fuese transportada milagrosamente por los ángeles hasta Genazzano, la pequeña ciudad italiana en la que una devota anciana viuda de nombre Petruccia de Nocera, de 80 años de edad, había recibido una revelación de la Virgen María en la que le pedía que edificara una capilla, adosada a la parroquia de la localidad, a fin de que en ella se venerara su imagen con su Hijo Jesús plasmada en un icono que pronto llegaría. En obediencia, ella se dio a la tarea en la que puso todo su empeño y empleó todos sus recursos a pesar de la incomprensión y de las burlas de sus vecinos.
El 25 de abril de 1467, festividad de san Marcos evangelista, patrono de Genazzano, hacia las dos de la tarde Petruccia se encaminaba a la capilla en obra, cuando al pasar por la plaza central, muy bulliciosa por la festividad del día, comenzó a escucharse una apacible música celestial, que impuso un silencio absoluto, proveniente de una nube blanca y radiante que se posó en el cielo y que descendió hasta la capilla en construcción para luego desvanecerse y dejar el sagrado icono a la vista de todos, sobre el muro de la capilla aunque suspendido en el aire. En los tres meses siguientes, se registraron más de cien favores, prodigios y milagros concedidos a quienes peregrinaban a Genazzano.
Los Heraldos del Evangelio, la Asociación Internacional de Fieles de Derecho Pontificio fundada en 2001, muy devotos de la Madre del Buen Consejo, aseguran que los milagros más grandes la Virgen María los realiza en el interior del alma humana, corrigiendo, orientando y aconsejando.