Roberto O’Farrill Corona/ Periodista católico
Con la avezada y refinada diplomacia vaticana de siglos, el cardenal Leonardo Sandri vino a México a decirnos que lo que esta nación necesita es “superar visiones reductivas que dividen al pueblo”. Bien planteado y claramente pronunciado, pues alguien ya tenía que decirlo.
El papa Francisco tuvo la cortesía de enviar al cardenal Sandri como su Legado pontificio para las celebraciones por el bicentenario de la concreción de la Independencia de México, consumada por Agustín de Iturbide el 27 de septiembre de 1821, y fue en el marco de tal celebración que en Palacio Nacional expresó: “hoy el pueblo mexicano tiene necesidad de superar cualquier visión reductiva, ideológica o parcial que motive directa o indirectamente el antagonismo de unos contra otros. Este tipo de visiones dividen y crean enemistad. Sólo respirando aire limpio será posible andar y emprender el nuevo viaje que exige la Independencia. Un viaje que debe trascender el encono, la lógica del conflicto y de la polarización. Todos necesitamos una forma de vida más alta, basada en la fraternidad, que nos permita construir el auténtico bien común”.
El cardenal Sandri, quien fuese Nuncio Apostólico de San Juan Pablo II para México en el año 2000, posteriormente se desempeñó como Sustituto de la Secretaría de Estado para Asuntos Generales, desde el 9 de junio de 2007 es el Prefecto de la Sagrada Congregación para las Iglesias Orientales y a partir del 24 de enero de 2020 es el vice-decano del Colegio Cardenalicio.
En su discurso, el Legado pontificio expresó que “celebrar la Independencia es afirmar la libertad como signo de la dignidad de cada ser humano. Pero, la libertad, es una permanente conquista. Cada generación está invitada a reconquistarla y a volver a proclamar con valentía su Independencia”, agregó que tal libertad “se traduce en soberanía de un Estado independiente que aprende, poco a poco, a caminar por sí mismo, desde la conciencia de que el Estado está al servicio del Pueblo que representa, no viceversa” y explicó que “la libertad, más que ser la afirmación de una dimensión individual, es el espacio en el que las personas tienden a alcanzar el bien, no de unos cuantos, sino de todos”.
En referencia al proceso de Independencia de México, el cardenal Sandri recordó que el sacerdote Miguel Hidalgo “presentó a la Virgen de Guadalupe como protectora de una nación mestiza y la convirtió en forjadora de un país independiente. Esto mismo se encontrará en el ideario de José María Morelos y Pavón, y en el cambio de nombre del primer presidente, Guadalupe Victoria” y añadió que “las circunstancias sociales y políticas mezcladas con la profunda fe del pueblo propiciaron las condiciones para el levantamiento popular. De este modo, la lucha por la justicia en contra de los privilegios, el anhelo de libertad y la defensa de la religión, se volvieron una parte esencial de las motivaciones del Padre Miguel Hidalgo”.
En relación con la consumación de la Independencia, lograda once años después del inicio de su proceso, por Agustín de Iturbide, Leonardo Sandri mencionó que finalmente “se logró proclamar el Plan de Iguala, en base a las tres garantías: independencia, unión y religión. Así fue cómo el Ejército Trigarante, el 27 de septiembre de 1821 entró en ciudad de México. Un día después se firmaría el Acta de Independencia. En 1824, el Papa León XII alabó al primer Presidente, Guadalupe Victoria, y al pueblo mexicano, por su fe y su cercanía a la Sede Apostólica. Ya de manera formal, el Papa Gregorio XVI reconoció la Independencia de México el 28 de febrero de 1831, y san Juan Pablo II estableció las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y México, punto de llegada de una larga y antigua relación y, al mismo tiempo, esperanza de un futuro fructífero de colaboración” y explicó que “es fácil pensar que la consumación de la Independencia es el último paso en esta búsqueda de libertad. Sin embargo, la Historia nos enseña que esto nunca es así. El pueblo mexicano, a través de muchas otras luchas, ha manifestado con valentía sus profundos anhelos de libertad plena”.
El cardenal Sandri conoce bien la situación, tanto de México como del subcontinente latinoamericano, pues además de ser argentino de nacimiento, y de haber sido Nuncio Apostólico en México, lo fue también en Venezuela de 1997 al 2000, y actualmente es, además, Consejero de la Pontificia Comisión para América Latina. Por lo tanto, haber venido a México a decir que se deben “superar visiones reductivas que dividen al pueblo” son palabras que deben tomarse en cuenta para alcanzar el indispensable desarrollo de nuestra nación.