Roberto O’Farrill Corona/ Periodista católico
En lo alto de la colina del Aventino, entre el río Tíber y el valle del Circo Máximo, en la ciudad de Roma, se encuentra la basílica de los santos Bonifacio y Alessio, donde se venera el sagrado icono de la Virgen María, escrito en el siglo XIII inspirado por el icono del siglo V de la capilla del convento Dominico de Santa María del Rosario, en el Monte Mario, de Roma, reconocido como el icono mariano más antiguo de la Urbe.
Conocida también como Virgen de San Alessio, por la iglesia que lo contiene, y Virgen de la Intercesión, por la expresividad de la imagen mariana que invita a quien la mira a acogerse a su protección, este sagrado icono se escribió al temple sobre un lienzo de tela que luego se pegó a un tablón de madera de cedro de 70 por 40 centímetros.
La Virgen aparece sin el Niño Jesús, lo que la hace ser una Aghiosoritissa según la clasificación griega de los iconos marianos. En su postura luce levemente ladeada, como de tres cuartos de perfil, y ligeramente inclinada como queriendo acercarse a quien la observa para invitarle a acogerse a su protección. Su mano izquierda, extendida por debajo de su pecho, parece mostrar al Hijo que ha inhabitado su seno virginal desde la Encarnación hasta la Natividad, en tanto que con su mano derecha, con la palma dirigida al Cielo, parece indicarle al espectador que como su Hijo procede de lo alto ella tiene potestad para presentarle sus ruegos como intercesora que es. Su rostro fino, embellecido por un leve rubor, de nariz larga y recta, con boca pequeña aunque de labios ligeramente gruesos, voltea hacia el espectador a quien ella dirige la mirada serena de sus grandes ojos almendrados, oscuros e inquietantemente penetrantes.
Su túnica, color bermellón oscuro, al igual que el omophorion que cubre su cabeza y sus hombros, lucen bellamente decorados con bordes dorados en las mangas de la túnica y en el contorno del velo que cubre su cabeza de la que emana un nimbo de oro. Una discreta diadema y un medallón dorados ponderan discretamente su serena majestad. El tablón de madera del Icono está contenido por un marco de madera bruñida en oro que a su vez sostiene una corona, pues en 1645 la Virgen de la Intercesión fue objeto de coronación canónica decretada por el papa Inocencio X en atención a la gran cantidad de peregrinos que han acudido a ella a solicitar y a agradecer los muchos milagros que han obtenido por su maternal intercesión.
Del mismo modo que la palabra en el Evangelio es vehículo de salvación, así también las formas y los colores en los iconos de María expresan el Misterio de Dios que se realiza en la historia de la humanidad; son imágenes preciosas que hay que proteger y custodiar, razón por la que en los talleres del Instituto Superior para la Conservación y la Restauración, de la ciudad de Roma, se concluyó en 2015 una delicada intervención que se practicó al Icono. La revisión de la capa de pintura devolvió la obra a su antiguo esplendor, pues para su restauración se desmontaron las lagunas que se estucaron durante una previa intervención de mediados del siglo XX y se rehízo la presentación estética de la obra con la metodología del trazo, que es el sistema reconocible y reversible ideado por Cesare Brandi, quien es el fundador del Instituto, y que permitió la reconstrucción del texto pictórico a través de un sistema de pequeños trazos verticales, realizados con finas pinceladas, pues Cesare Brandi sostiene que las lagunas deben percibirse como un tejido figurativo porque el ojo humano ya no percibe el conjunto del texto cromático y del texto pictórico, sino que ve los huecos; es por esto que se reconstruyeron las lagunas.
La basílica de los santos Bonifacio y Alessio encuentra sus orígenes en una primigenia capilla del siglo V, dedicada a San Bonifacio, sobre la que en el año 986 se construyó una iglesia que se dedicó también a San Alessio y que se reedificó en 1217 cuando las reliquias de ambos santos titulares fueron colocadas bajo el altar mayor. Con ocasión del Año jubilar de 1750, la basílica se remodeló hasta quedar con el aspecto actual.
En el subsuelo de la basílica se conservan vestigios de la cripta de diez columnas y de su oratorio que formaron parte, originalmente debajo del presbiterio de lo que fue el antiguo complejo medieval, decorada con notables motivos medievales y con dos pinturas de los santos titulares Bonifacio y Alessio.