Sergio Madero Villanueva/ Abogado
¡Vaya que nos han tocado tiempos complicados! La humanidad entera tiene más de veintidós meses luchando por controlar el bicho y cada vez que parece le tomamos la medida nos cambia la jugada y roba de nueva cuenta nuestra seguridad. Hemos vivido una etapa inquietante, debimos modificar nuestra conducta y forma de relacionarnos, pero si algo ha hecho de la humanidad lo que es, es precisamente su inacabable capacidad de adaptación.
Y así, nos llega un nuevo año. La fiesta del año nuevo nos llega en la Octava de Navidad, estamos llenos de gozo por el Niño que nos ha nacido, es todavía el tiempo de los abrazos, las felicitaciones y la convivencia. En este ambiente festivo y alegre celebramos también la Jornada Mundial por la Paz.
No soy quién para hablarle de historia, pero para mí que desde aquel pleito que tuvieron Abel y Caín la humanidad no ha sido capaz de mantenerse en paz. Como dijo Alberto Cortez “todos cuentan la historia por las guerras”, y aunque todos dicen buscar la paz, parece que la buscan por caminos distintos, cuando no contrarios.
¿Cómo construir la paz? El Santo Padre nos propone tres caminos: diálogo, educación y trabajo. Hablemos del primero de ellos, al fin, si algo distingue a la humanidad del resto de la creación es nuestra capacidad para comunicarnos.
En primer lugar hay que recordar que nadie da lo que no tiene, si en realidad queremos que exista paz en nuestra casa y en nuestra comunidad debemos ocuparnos por conseguirla para nosotros mismos. ¿Y cómo se hace eso? La verdad no sé.
La paz es distinta a la indiferencia, la paz no implica que nada me preocupe porque nada me importa, no, lo que ocurre me importa, pero no me perturba. La paz interior proviene de nuestra confianza como creyentes, nuestra esperanza es firme porque ha sido cumplida en Cristo.
Alguna vez leí que durante el vuelo, un avión pasa el 95% del tiempo fuera de ruta fijada para su viaje, lo importante es que llega a su destino, es decir, nunca pierde el objetivo. Jesús lo dijo a Martha con otras palabras “muchas cosas te preocupan y sólo una es importante.” Nosotros sabemos quién es lo importante, el destino final es nuestro encuentro con Él. Hacer de cada una de nuestras acciones, de nuestros pensamientos, un paso en dirección a ese objetivo seguramente nos dará paz.
La paciencia es una virtud y es la ciencia de la paz, pidámosla y ejercitémosla, sobre todo en los ambientes cerrados: en casa, escuchando a nuestra familia sin interrumpirlos ni torcer los ojos, preguntando en vez de asumir; en el trabajo, respondiendo con buen ánimo a esos complicados estilos de liderazgo y compañeros molestones.
Vivir estresa, el trabajo, el tráfico, la pandemia, la inflación… los evangelios nos cuentan cómo Jesús, después del ajetreo de las multitudes, se retiraba a orar. Como seguido nos recuerda el Papa Francisco, la oración da paz, y cuando se realiza en frente al Sagrario me parece que aún más. Incluyamos en los propósitos de año nuevo el dedicarle unos minutos a esa visita, seguro nos hará bien para armarnos de la paz y de su ciencia, e iniciar diálogos constructivos con nuestros familiares, amigos y compañeros, que poco a poco vayan irradiando paz.
Estos tiempos inquietantes de pandemia han afectado gravemente la salud mental de muchas personas, hay que procurar estar en paz y darles paz cuando tratamos con ellas, es una gran obra de caridad hacerlos sentir bien. Desde luego que su atención y sanación requiere de políticas públicas efectivas, pero a eso le entramos otro día de este nuevo año, cuando nos encontremos hablando de…