Sergio Madero Villanueva/ Abogado
Escribo estas líneas pasada la festividad del Día del Padre. He desayunado viendo la noticia de un tiroteo en Washington D.C. que costó la vida de un adolescente durante un concierto al aire libre; imposible no recordar las víctimas de hechos recientes en Uvalde, Texas.
Desde luego viene a la memoria también lo ocurrido en El Paso, Las Vegas, Columbine y tantos otros lugares. Estas tragedias se repiten, parece que nada se hiciera o sirviera para disminuir su ocurrencia e impacto. A principios de junio se habían presentado en Estados Unidos más de doscientos incidentes en que murieron cuatro o más personas por heridas de bala. Un promedio de cuarenta al mes, no todos llegan a nuestro conocimiento.
Con cada acontecimiento que llega a los titulares de la prensa se reabre el debate en aquel país, y surgen las opiniones por todos lados para establecer un control severo sobre la venta de armas, ya que su posesión magnifica las consecuencias de la violencia. No quiero hablar de ello, porque siempre se habla mucho y no se llega a nada, quiero hablarle de otra cosa.
Recientemente los doctores Warren Farrel y John Gray publicaron un libro llamado “La crisis de los muchachos”, en el que estudian la situación de los infantes de sexo masculino. Señalan que ellos están sufriendo una crisis de carácter global. En los sesenta países más desarrollados, los niños están cayendo por debajo de los estándares de las niñas en todas las áreas académicas, así como en las habilidades sociales, salud mental, preparación profesional y salud física.
Encontraron que la falta de una figura paterna que acompañe el desarrollo de los varones durante sus primeros diez años es grave. “Las niñas sin una figura paterna sufren considerablemente, pero los niños sin un rol modelo sufren aún más”, concluyen.
Por ello no sorprende que al analizar los casos de 28 masacres (eventos en los que fallecieron entre 8 y 58 personas) encontraron que 26 de los jóvenes homicidas crecieron sin una figura paterna que los acompañara. En Estados Unidos el 53% de las mujeres menores de treinta años que tienen hijos no están casadas, y en la mayor parte de los casos sus hijos crecen sin una figura paterna en su hogar.
Hace más de diez años me encontré con un estudio similar realizado por un doctor salvadoreño que concluyó que la falta de figura paterna era un factor que se repetía en más del cincuenta por ciento de los reos en las prisiones de EE. UU.
Una reciente entrevista al Dr. Farrel fue titulada “La crisis de los muchachos, la solución es el papá”, pues es la conclusión a la que llega el libro. Probablemente la matanza de Uvalde y muchas otras se hubieran evitado por un padre responsable.
Cada vez hay más evidencia de la importancia del ejercicio de la paternidad en familia, pero también la figura masculina, y concretamente la del varón como cabeza de familia, es más fustigada por las ideologías que se dicen liberales.
Si queremos contener el espiral de violencia, y de tantos otros problemas que existen en nuestra sociedad, debemos exigir el establecimiento de políticas públicas que estimulen y posibiliten la formación y funcionamiento de familias en las que tanto el padre como la madre convivan con sus hijos y contribuyan a su formación. Políticas públicas que estimulen la presencia de los varones en el hogar. Aprovechemos este año de San José para “relanzar” la figura paterna y su ejercicio.
No por hablar de las masacres en el vecino país podemos olvidarnos de las ocurridas en nuestro entorno, ni de sus causas, pero si le parece le entramos a ello en una próxima ocasión en que nos encontremos hablando de…