Sergio Madero Villanueva/ Abogado
La verdad no hubo sorpresas. La resolución de la Suprema Corte de Justicia que considera constitucional la ley del Estado de Coahuila que permite cesar un embarazo antes de la doceava semana de gestación por voluntad de la mujer, es consecuente con la línea que ha sostenido ese tribunal desde hace años.
Ya antes le he hablado de cómo la Corte se encuentra inmersa y más preocupada por conducirse acorde a las tendencias internacionales, que en reflejar y respaldar con sus decisiones el sentir de la población mexicana. En pocas palabras, tenemos perdida la batalla en la Corte.
Ni me derroto ni lo llamo a la resignación, sino a que sigamos desde ya en la siguiente batalla, que a mi ver son dos. La primera de ellas es en los congresos estatales. Debemos involucrarnos en la actuación de nuestros diputados para que reflejen realmente la voluntad de los ciudadanos que los eligieron.
¿Sabe usted quién es su diputado y en dónde tiene su oficina? ¿Sabe quién es el coordinador de la fracción a la que pertenece y el líder del partido que lo postuló? Lo invito a que lo investigue y se ponga en contacto con cada uno de ellos, una simple llamada, una notita que diga “soy vecino del distrito X y estaré pendiente de que en Chihuahua se respete la vida”, puede ser la diferencia.
La otra batalla nos lleva a plasmar en la legislación la cultura de la vida, y consiste en consignar legalmente el derecho de toda embarazada a conocer las opciones que tiene para dar a luz y que su hijo nazca y se desarrolle con plenitud. A ver si me explico.
Empiezo por el revés. Mucho se habla que permitir el aborto evita muertes de embarazadas, esto no parece ser así. Si tomamos en cuenta la experiencia en el DF, donde se legalizó desde 2007, en ese año se presentaron 122 muertes maternas, mientras que en 2011 el número se elevó a 138, aunque en ese año se practicaron 20 mil 319 abortos, comparados con los 4 mil 799 de 2007. Aunque los abortos se cuadruplicaron, la mortalidad materna creció.
Esta es información que debe difundirse para deshacer los mitos de supuesta benevolencia que envuelven la cultura de la muerte. Una mujer vulnerada que enfrenta un embarazo y a la que se le ofrece como única salida terminarlo, vuelve a ser vulnerada porque no se le da la información suficiente para decidir, no se le ofrecen opciones.
La ley debe establecer el derecho de toda embarazada a recibir información completa y fiable de las oportunidades que instituciones públicas y privadas puedan poner a su disposición, la educación sexual que se imparte en los sistemas escolarizados debe contener esa información para que todos los alumnos tengan la noción de las opciones por la vida.
En el vecino estado de Texas se ha prohibido la práctica de un aborto a partir del momento en que es posible detectar actividad cardiaca en el humano en gestación, este parece el obstáculo más contundente a la abominable práctica. Antes de ello, otra ley exigió que antes de practicar un aborto, la madre observará la imagen de su hijo mediante un sonograma, lo que causó una importante disminución en la incurrencia.
Estoy seguro de que en México, y en particular en Chihuahua, la mayoría de las personas están en favor de la vida, debemos ganar la batalla legislativa, lograr que se plasmen en el órden jurídico los elementos que propicien las decisiones correctas, que no nos derroten las tendencias, las ideologías extrañas, que triunfe el más elemental de los derechos.
Desde luego, la cultura de la vida requiere de la instrucción y reclutamiento de nuevos militantes, nuestra obligación inicia desde casa. Compartir y comentar la información, infundir los principios y valores, es la principal de las funciones para el triunfo cultural.
Y si usted es de los que piensa que no se puede ganar una batalla a quienes concentran todo el poder, que la conciencia social no puede imponer conductas, lo invito a que salga a la calle y vea cuántas personas utilizamos cubrebocas a diario, a pesar que con la misma regularidad el personaje más poderoso del país aparece en los medios de comunicación sin portarlo, y abiertamente desalienta su uso. Tal vez así pueda constatar quién está moralmente derrotado, pero de eso platicamos en otra ocasión en que nos encontremos hablando de…