Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel/ Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas
Hechos
Estupor, indignación, vergüenza y desconcierto ha causado el descubrimiento, hecho por madres buscadoras de desaparecidos, de un lugar cercano a Guadalajara donde se encontraron muchos restos humanos, al parecer algunos calcinados, así como zapatos, tenis, mochilas y ropas de personas, en su mayoría jóvenes, masacrados allí presuntamente por integrantes del cártel Jalisco Nueva Generación. Era un campo donde se les reclutaba, atraídos dolosamente con promesas de un buen trabajo y buenos sueldos, pero los entrenaban para secuestrar, traficar drogas, extorsionar y matar; si no seguían todas las órdenes criminales, los torturaban o eliminaban. ¿A tanto ha llegado la deshumanización? Esto sucede en Jalisco, Estado tradicionalmente considerado con uno de los más altos porcentajes de catolicismo, y el líder de ese cártel se considera católico. ¿Cómo es posible esta contradicción? Lo que les mueve no es la fe ni el bien común, sino el dinero, el negocio, el obtener ganancias a como dé lugar, el poder, el uso de armas de grueso calibre, el dominio sobre otras personas. Son hijos de las tinieblas que usan su inteligencia no para hacer el bien, sino para dañar y destruir. Como Iglesia, también nos cuestionamos en qué hemos fallado; pero esas personas no hacen caso a nuestra palabra, a nuestras catequesis, a nuestras exhortaciones.
Este hecho no es aislado. Ha estado sucediendo desde tiempo atrás en varias partes de nuestro país. Hace unos diez años, a un sobrino mío lo levantaron y se lo llevaron a la sierra de Guerrero, para cultivar droga. A él y a otros los tenían como esclavos; les daban cualquier cosa de comer, los vigilaban con ametralladoras para que no se escaparan y los torturaban. Mi sobrino logró escapar, gracias a tantas oraciones que hicimos por su liberación, y nos narró todo cuanto les hacen.
Con menor o mayor saña criminal, en varios lugares aparecen cuerpos desmembrados, descabezados, cadáveres colgados en puentes, disueltos en ácido, arrojados en barrancas, asesinados a balazos, desaparecidos sin dejar rastro. ¡Cuánta maldad! Se dice que, para que los reclutados lleguen a esos extremos, los drogan, los adoctrinan y los amenazan con que, si no lo hacen, los matan a ellos o a sus familias. ¿Y nuestras autoridades? Se echan las culpas unos a otros. En el sexenio anterior, con el pretexto de no continuar la guerra contra el narco, implementaba en otro sexenio, se les dejó con bastante libertad y tolerancia. Se adujo la estrategia de atender las causas de la violencia, ofrecer trabajo, estudio y apoyos económicos a los jóvenes, pero crecieron mucho el crimen y la descomposición social. A pesar de estos resultados tan catastróficos, todavía hay quienes defienden esa estrategia, exculpan al gobernante anterior y siguen apoyando su causa.
Iluminación
El Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre La Iglesia en el mundo, describe con realismo lo que sucede en la humanidad, pero ofrece a Jesucristo como camino, verdad y vida: “El mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado, y que pueden aplastarle o servirle.
Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse. Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, el Concilio habla a todos para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra época” (GS 9-10).
El episcopado mexicano, por su parte, “expresa su profunda indignación y dolor ante el reciente descubrimiento de un campo de entrenamiento y exterminio del crimen organizado. Este hallazgo constituye una de las expresiones más crueles de maldad y miseria humana que hemos presenciado en nuestro país. (Ver comunicado de los obispos. Edición Presencia 1632, pág2)
Acciones
Desde nuestras familias, grupos y comunidades parroquiales, convirtámonos al Señor Jesús, hagamos más caso a su Palabra, sobre todo en este tiempo de Cuaresma. El nos invita siempre al respeto y al amor a toda persona. ¡En Cristo está nuestra salvación!