Mons. J. Guadalupe Torres Campos/Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucho gusto y mi afecto de obispo para con ustedes. Estamos en el Tercer domingo del tiempo ordinario. Van avanzando los días de una manera muy rápida en este inicio de año.
En el evangelio de hoy de san Marcos, Jesús dice que comienza a predicar desde Galilea. Se retira a lo más alejado de la capital y ahí comienza su predicación, dice el texto, para predicar el evangelio de Dios. El inicio de su predicación está basado en esta frase muy importante que Marcos hoy nos recuerda: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el evangelio”.
Tres aspectos muy importantes: primero, ‘se ha cumplido el tiempo’. Todo lo que los profetas anunciaron del Mesías, se cumplen, y Jesús lo reafirma con esta frase. Hoy es el tiempo con Jesús que viene a cumplir la promesa.
Segundo: ‘el Reino de Dios ya está cerca’. Toda su obra, todo su actuar, sus palabras, sus obras, sus milagros, todo su actuar es el Reino de Dios, la persona de Cristo es el cumplimiento de sus promesas. El Reino está aquí, se acerca a tu vida, está cerca de ti, recíbelo, acéptalo, escúchalo, acoge el Reino, recibe a Jesús.
Tercero: ‘Conviértanse y crean en el evangelio’. El anuncio del Reino pide conversión, convertirnos y creer. Dejen su pecado, dejen ese estilo antiguo de vivir, del hombre viejo, el egoísmo, la maldad, el pecado, la muerte.
Jesús siempre resalta la fe, basta que crean, es decir, creer en el Reino, en la Buena Nueva, en Cristo. Este primer párrafo del libro de san Marcos es muy hermoso: 1. cumplir el tiempo, 2. El Reino de Dios está cerca, 3. Conviértanse y crean en el evangelio.
Y en esta predicación del Reino, del anuncio de la Buena Nueva, Jesús llama a muchos hombres a seguirlo. Pero el llamado no es exclusivo, todos somos llamados, claro, unos como apóstoles, otros como discípulos, pero al final todos estamos llamados.
San Marcos narra cuando elige a sus primeros apóstoles Simón y su hermano Andrés. Los vio con una mirada fuerte profunda, de amor, y les dice: Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres. La invitación es a seguirlo ¿Qué escuchamos el domingo pasado? ¿Qué buscan? ¿Dónde vives Maestro? Hoy es más directo: “Sígueme” y más adelante se encuentra a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo e igual les dice ‘síganme’. Los llamó.
Es el anuncio del Reino, de Jesús que te invita a seguirlo, a cada uno de nosotros nos dice: sígueme. Hoy soy yo ese Pedro, ese Andrés, ese Juan. Y el Señor espera una respuesta positiva: “Dejándolo todo, lo siguieron”, dejaron las redes, el trabajo, dejaron a su padre y siguieron a Jesús.
Sigámoslo nosotros con gozo, alegría y fidelidad para estar con Él, para aprender de El y para ser sus discípulos, escucharlo, convertirnos y creer en el evangelio, tener una experiencia permanente de un encuentro con Jesús. Y vendrá el testimonio, anunciarlo, porque el llamado implica luego una misión: dar testimonio.
En la primera lectura del profeta Jonás Dios llama a Jonás, y lo envía anunciar la conversión. Hoy, queridos hermanos, el Señor nos llama: ‘sígueme’, ven conmigo, aprende de mi, porque luego nos va a enviar como a Jonás. Allí habla de Nínive, pero hoy habla de nuestra realidad, ¡cuántos problemas! Hoy la gran capital es nuestra ciudad, es la circunstancia que hoy estamos viviendo, la gran capital es la humanidad.
Queridos hermanos, en este domingo el Señor anuncia el Reino y me invita a convertirme a vivir en la fe, me llama a seguirlo, a ser su discípulo, y espera de mí una respuesta, llenarnos de Él para ir al mundo, ir a la ciudad, ir a los hombres y anunciar la Buena Nueva. Por eso le pedimos en el Salmo responsorial: ‘Señor, descúbrenos tus caminos’.
Queridos hermanos, que Dios les proteja. Sigamos asistiendo, ya presencialmente, a la misa en nuestros templos, en nuestras parroquias. Busquemos ese encuentro ya presencial con el Señor y con la comunidad.
La bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca con ustedes. Buen domingo y buena semana.