Sergio Madero Villanueva/ Abogado
El pasado diecinueve de noviembre el Senado de la República aprobó la Ley Federal para la Regulación del Cannabis, que entre otras cosas permite el consumo recreacional de marihuana en lugares cerrados designados para ello, la portación de hasta 28 gr. y la plantación de hasta cuatro plantas para consumo personal; así como la asociación de hasta veinte personas para su cultivo, preparación y consumo, también en lugares designados.
La marihuana es una sustancia psicoactiva, es decir, provoca cambios en el estado de ánimo, la percepción, los pensamientos, los sentimientos o el comportamiento de quien la consume. Lo primero que uno se preguntaría es ¿por qué queremos alterar la percepción de las personas?
La Doctrina de la Iglesia nos llama a respetar la dignidad de la persona humana, ello implica buscar su desarrollo integral, el despliegue de sus capacidades y la expresión de sus facultades. Ello implica el ejercicio de su libre albedrío, y la manera saludable de hacerlo es de manera informada y responsable. Enturbiar la forma en que la persona percibe la realidad, enturbia el desarrollo de su personalidad.
El proyecto aprobado, que aun requiere el respaldo mayoritario de los diputados, prohíbe el consumo del psicotrópico por personas menores de dieciocho años. Aquí es donde vale la pena evaluar nuestra situación actual, porque uno se imagina que los legisladores emiten normas basado en nuestra realidad, no en sus cálculos.
Según información que publica la propia Secretaría de Salud del gobierno federal, tomada de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016-2017, las personas en México inician el consumo de drogas a una edad promedio de 17.8 años. ¿Qué les hace pensar que autorizar su consumo elevará ese promedio al punto donde lo fija la ley?
Porque habrían de tomar en cuenta la experiencia que tenemos con las drogas cuyo consumo ya es legal, aunque restringido por razones de edad. Hablemos por ejemplo del tabaco que, según la misma encuesta, era consumido por seiscientos ochenta y cuatro mil menores de edad.
O ¿qué le parece si hablamos del alcohol?, la encuesta señala que se consume desde edades tan tempranas como los 10 años. Ciertamente existen políticas públicas para desalentar su consumo, las evidencias demuestran que están fracasando.
Y hablando de las drogas cuyo consumo lúdico ya es permitido por la ley, ¿cómo nos va con el alcohol?, ¿ya resolvimos como sociedad los problemas que su consumo nos causa? ¿ya no hay problemas de ausentismo y rendimiento escolar y laboral, accidentes de tráfico, hechos violentos, abandono de obligaciones familiares, violencia doméstica, donde el alcohol es factor?
Según el National Institute on Drug Abuse, el consumo de marihuana puede reducir la capacidad de pensar, la memoria y las habilidades cognitivas. Su consumo prolongado ocasiona la disminución en el coeficiente intelectual de la persona sin posibilidad de recuperación. El humo de esta yerba tiene efectos similares en los pulmones a los producidos por el tabaco, que hoy día ya es un problema de salud pública.
Siempre habrá quien diga que cada uno es libre de hacer de su vida un papalote… hace más de dos mil cuatrocientos años los sofistas vagaban de Atenas al Peloponeso vendiendo su sabiduría a quien pudiera pagarla, diseñando una verdad al tamaño de cada bolsillo, “el hombre es la medida de todas las cosas.” La vida social no funciona así y las normas generales tienen como fin facilitar la convivencia entre las personas y propiciar el bien común. La tendencia a normalizar estas conductas lleva al triunfo del egocentrismo sobre el interés general.
Desde luego, como sociedad hay mucho por hacer para aminorar los efectos nocivos de las drogas cuyo consumo es legal y socialmente aceptado, a eso le entramos en otra ocasión en que nos encontremos hablando de…