Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucha alegría y amor de padre y pastor. Un domingo esplendoroso que nos reúne en torno a nuestro Padre Dios. Domingo décimo quinto del Tiempo Ordinario, vamos avanzando en el año, a la mitad.
En el evangelio de este domingo san Lucas nos narra uno de los textos más hermosos del Evangelio, de la Palabra de Dios, conocido como la parábola del Buen Samaritano, con cada frase rica en contenido. Hay que meditar todo el texto.
Comienza el Evangelio diciendo que un doctor de la ley se acerca a Jesús y le pregunta: Maestro ¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna? Es una pregunta existencial, transcendental, que todos debemos hacernos. ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Qué busco, qué quiero ser? ¿A dónde quiero llegar? ¿Cuál es la meta de mi vida y qué debo hacer cada día para alcanzar esa meta, la vida eterna? El doctor de la ley conoce bien el significado de la vida eterna, y sabe que cuando al final uno muere, hay que alcanzar la vida eterna. Haz la pregunta tú también ¿Qué debo hacer? Pregúntate y pregúntale a Dios.
Jesús, con sencillez, le responde qué dice la ley, lo que esta escrito. Pero le devuelve la pregunta y aquel doctor de la ley, responde: “Amarás al Señor tu Dios”, y “Amarás a tu prójimo”.
El doctor de la ley conoce la ley, si la cumple o no, es otra cosa. Jesús le dice ‘muy bien, correcto. ¡Cumple!’. Ahí está lo importante, no es nada más conocer la Palabra de Dios y predicarla o anunciarla. ¡Es cumplirla! Ama a Dios, ama a tu prójimo.
El prójimo
En este domingo 15 del Tiempo Ordinario, primero: soy consciente de que la meta no es el mundo o la tierra, sino es un camino que Dios me da para un día alcanzar la vida eterna ¿Cómo? En el amor a Dios y en el amor al prójimo.
Aquel doctor de la ley le insiste: ¿Quién es mi prójimo? Aquí entramos en otro aspecto muy importante y entonces viene la parábola del Buen Pastor: ‘Un hombre asaltado, herido, maltratado en el camino. Está solo, en el desierto. ¿Cuántos hombres y mujeres están ahí tirados, tristes, enfermos, prepocupados, con problemas? Soy yo, eres tú, somos todos. Sin duda alguna todos nos vemos representados en este hombre asaltado y tirado, golpeado Estamos tirados o golpeados por circunsatancias, realidades…
Y dice Jesús: pasó un sacerdote, lo ignoró; pasó un levita, e igual, indiferente. ¿Cuántas veces nosotros nos pudiéramos comportar así ante el hermano que padece: lo ignoramos, somos indiferentes, ni siquiera una palabra de consuelo. Me comporto como aquel sacerdote, como aquel levita. Y dice Jesús: pasó un samaritano -Hay que recordar que el caído era un judío- El samaritano lo mira, se detiene, baja del caballo, lo atiende, lo limpia, lo cura. Lo lleva al mesón a que lo cuiden y paga lo que se gaste.
Y pregunta Jesús al doctor de la ley, y a nosotros nos pregunta: ¿Cuál es el verdadero prójimo? La respuesta es lógica, como dice el doctor de la ley: ‘El que tuvo compasión de él’. El que se detuvo, se bajó, lo limpió, platicó, lo acompañó, tuvo compasión de él.
Hermanos: el amor a Dios y al prójimo van de la mano. El amor a Dios me lleva al amor al prójimo, a tener compasión de mi hermano, atenderlo, escucharlo, consolarlo, ayudarle, tenderle la mano, levantarlo de muchas maneras.
Ser compasivos con nuestros hermanos, con el necesitado, el pobre, el enfermo el migrante, el triste, el secuestrado, el caído ¡Todos! Tener compasión. Y la indicación final que le hace Jesús al doctor hoy me la hace a mí: anda y haz tú lo mismo. Que yo haga lo mismo.
Por eso el Papa Francisco nos pide ser una Iglesia samaritana, Iglesia en salida, que escucha, atiende, que tiende la mano, que es compasiva y misericordiosa.
Escuchar la voz del Señor
Y esto va en consonancia con la primera lectura de Deuteronomio. Le indica Dios a Moisés y dice ‘Escuchen la voz del Señor’. Esa expresión me resuena mucho porque en un mundo de ruidos y ocupaciones no nos escuchamos, no somos capaces de escucharnos unos a otros, menos a Dios. Por eso me golpea -en el buen sentido de la palabra- esta frase, esta indicación de Moisés: ‘Escuchen la voz de mi Padre’.
Ahí está la parabola: Escuchar la voz de Dios que manda dos cosas, dice Moisés al pueblo y hoy a nosotros: primero, guardar sus mandamientos: ama a Dios, a tu prójimo, no robarás, no cometerás adulterio, santificarás las fiestas… y segundo, ‘Conviértete al Señor’, cambia, sé mejor, sé bueno. Y termina diciendo el Deuteronomio: estos mandamientos están a tu alcance. Dios no nos pide cosas imposibles. Esto está muy a nuestro alcance.
Por eso desde la antífona decimos: ‘Por serte fiel, yo contemplaré tu rostro y al despertar espero saciarme de tu Gloria’. Experimentar tu gloria para luego decir: ‘haz tú lo mismo, ama a Dios, ama a tu prójimo.
También por eso en la oración colecta decimos: ‘Dios, que muestras la luz a los que andan extraviados, hoy dame tu luz’. Ando extraviado, en la oscuridad, ando mal. Pero dame tu luz para que vuelva al buen camino.
Concédenos vivir de acuerdo al nombre que llevamos, soy cristiano, católico, concédenos tu gracia para vivir de acuerdo a ti, con coherencia ser hijo de Dios. Vivir de acuerdo a la Luz de Cristo.
Queridos hermanos: hay que ser una Iglesia samaritana. Reflexiona la parábola del buen samaritano, pídele a Dios su luz y cumplir con la Palabra, ama a Dios, ama a tu prójimo.
La bendición de Dios permanezca con ustedes. Buen domingo. Un abrazo a todos.