Presencia
El caso de una mujer de la tercera edad del Estado de México y sus hijos, que dispararon contra una familia que presuntamente invadió su propiedad, sacudió a las redes sociales ya que el crimen fue grabado en video, desatando un debate sobre la situación.
La abuela Carlota, como es conocida la mujer de 73 años, fue detenida y llevada a un penal de Chalco tras el trágico incidente que terminó con dos miembros de la familia muertos y otro herido. Sin embargo, la opinión de los internautas se polarizó ya que mientras unos condenan el hecho, otros señalan que ante la inacción de las autoridades ella solamente actuó para defender su propiedad, haciéndose justicia por su propia mano.
Sobre Carlota “N” pesan cargos por el delito de homicidio calificado. Testigos y dictámenes periciales señalan que ella y sus hijos actuaron de manera dolosa y planeada para atacar a las personas que habían invadido su propiedad, mientras que la defensa argumenta que fue en legítima defensa.
Por ello, la pregunta de esta semana es:
¿Qué lección nos deja el caso de la abuela Carlota, la mujer que mató a dos hombres en Chalco porque presuntamente invadieron su propiedad?
Como suele suceder en estos casos, en los medios de comunicación se consigna una cantidad de versiones de los hechos que no necesariamente corresponden con la realidad, aunado al hecho de que, en las llamadas redes sociales, estas diversas versiones se multiplican y hasta se trivializa el hecho acudiendo a los mentados memes.
Gracias a esta facilidad para el comentario y la trivialización de hechos trágicos, el anonimato de la masa que nos obsequia el Internet, nos permite erigirnos en jueces sumarios de lo que sucede a cientos de kilómetros de distancia, con base en lo que se oye y lo que se dice, de tal manera que el público divide opiniones y dicta sentencia.
Se han escuchado múltiples formar de apreciar los hechos que se conocen. Desde aquellos que celebran la valentía de una mujer vulnerable que, ante la indolencia de la autoridad, se ve obligada a hacer justicia por propia mano, hasta aquellos que aseveran que la señora Carlota es una consumada malhechora con aspecto inofensivo y que se le debe de juzgar de acuerdo con la gravedad de sus actos.
La realidad es que sólo tenemos acceso a una parte de los hechos que acontecieron y que involucran a personas que disputaban una vivienda. Así que emitir un juicio al respecto, sin conocimiento de causa, no abona a la sana convivencia social. Por el contrario, puede provocar indignación injustificada o justificaciones indignas. Mucho menos resulta constructivo aplaudir que las personas tomen la justicia por propia mano.
Al final de cuentas, la apreciación imparcial y objetiva de lo sucedido es tarea de un juez, ese ser humano que, conocedor de la ley, deberá contrastar los hechos que se le demuestren contra nuestro marco legal para emitir una resolución justa, siempre que tenga la férrea voluntad de hacerlo.
Rubén Trejo Ortega/ Abogado
A menos que aparezcan nuevos datos sobre este evento tan lamentable, las noticias acerca de esta familia de la Sra. Carlota “N”, como le han llamado, van a seguir desapareciendo de los medios. Finalmente es un caso criminal, ya sin estruendo mediático.
Se ha hecho viral porque el asesinato de una persona nos debe impactar, aunque no aparezca un video tan impresionante como éste. Compartir videos tan violentos no contribuye a la paz que ansiamos. Estamos en el jubileo de la esperanza y el mensaje es la esperanza en una vida donde la dignidad de la persona sea la base de la convivencia.
Las relaciones interpersonales nos han sido cambiadas a partir del acontecimiento de Jesucristo; él inauguró en la historia la nueva red de relaciones: con el Padre, con Cristo y su Espíritu, con los demás humanos, con el cosmos. Son estas relaciones la base para nuestra actuación, no solamente moral o cívica, sino con miras a un fin último al que estamos llamados por Dios.
El hecho de que una familia haya decidido tomar armas y defender su propiedad nos asombra, pero no nos extraña ya. Que un asunto civil, ni siquiera de supervivencia o extremo haya desembocado en muertes, no es insignificante. ¿Dónde quedó la virtud de la prudencia? ¿Vale más una propiedad que la vida de una persona? Esta sociedad espera de cada uno de nosotros una mínima voluntad de buscar el bien y realizarlo sin perjuicio de los demás.
Promovemos la conciencia antecedente, para que nuestros actos alcancen, antes de realizarlos, un sentido humano y cristiano acorde con las consecuencias, fines y circunstancias en que los vamos a realizar. No se trata solamente de que nuestros actos sean adecuados o conformes con una ley positiva (por vivir en esta sociedad y con estas leyes), sino también que los mismos sean favorables a la verdad última que como humanos tenemos y en favor del bien común, respetando la dignidad de las personas.
Oremos por esta familia y por las víctimas y sus familias, Dios nos conceda siempre su paz (misma que lograremos en Cristo nuestro Señor).
Luis Alonso Núñez/Maestro del Instituto Diocesano de Teología, Extensión San Mateo
Nos deja una lección de desintegración familiar, de odio, de resentimiento social, de maldad, perversidad y ausencia de Dios en millones de familias que asesinan y envenenan a la niñez y a la juventud.
La abuela Carlota es el vivo ejemplo de la maldad en una madre que educó a sus hijos en el camino de la oscuridad. Un hijo que la acompañaba el día de los hechos también iba armado y dispuesto a matar, la otra es la hija y cómplice de tan aberrante suceso.
Por otra parte, de acuerdo con lo poco que sabemos del caso por parte de investigaciones de periodistas, es que una casa propiedad de la abuela Carlota estaba invadida por las víctimas y según declaró una familiar de ellas, tenían un contrato de arrendamiento. Pero, independientemente de ello no se justifica de ninguna manera la conducta típica de homicidio calificado, con las agravantes de premeditación, alevosía y ventaja.
El problema principal radica en las familias mexicanas que adoran al demonio, que acuden a brujos y chamanes, que utilizan amuletos para la buena suerte, que acuden a misas negras y a la santa muerte. Todo, menos refugiarse en Jesús Nuestro Señor, pues la juventud en la actualidad está muy alejada de los principios morales y religiosos, no creen y todo lo cuestionan.
Esa es la lección que nos da la familia de la abuela Carlota, a quien increíblemente y sin sensibilidad alguna por las víctimas, la defienden, como si una propiedad valiera más que una vida. Es otra familia como una de tantas, como las madres de los sicarios y narcotraficantes ¡¿dónde están?!, ¡¿cómo viven?! Además de que no existe arrepentimiento alguno.
Hemos fallado todos los mexicanos. Le hemos fallado a Dios. Predicar con el ejemplo el amor que Dios nos pide es muy difícil. ¿Cuántos lectores en este momento defienden la conducta de la abuela Carlota?, ¿cuántos consumen drogas y alcohol?, ¿cuántos están separados de su familia?, ¿cuántos no pueden perdonar a un hijo o a una madre o a su padre?
Así estamos desde hace décadas. El infierno existe, pero ya mucha gente no lo cree. Hemos normalizado lo anormal, hemos consentido lo antinatural como natural, hemos abusado de los derechos humanos convirtiéndolos en derechos de libertinaje. La abuela Carlota ahora es un ídolo, es un “ejemplo de justicia por su propia mano” y pronto estará en prisión domiciliaria porque nuestra ley penal se lo permite.
Después vendrán otras noticias horrendas, de las que ya nos acostumbramos a digerir con facilidad en nuestro desordenado diario vivir, esclavizados en las redes sociales y las cosas materiales. Alejados de la oración y de Dios.
Lic. Héctor Ramón Molinar Apodaca/Abogado mediador