Lectio Divina correspondiente al domingo 2 de febrero. Fiesta de la Presentación del Señor. Reflexión y acción de la Palabra de Dios, con la guía de integrantes del Instituto Bíblico san Jerónimo…
Samuel Pérez/IBSJ
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Lucas 2, 22-40
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo: “Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.
Ahora hagámonos las siguientes preguntas:
¿Por qué José y María llevaron al niño Jesús a Jerusalén?
¿Quién era Simeón?
Movido por el Espíritu Santo ¿qué hace?
Al tomar al niño en sus brazos ¿qué le dice a Dios?
¿Qué le anunció a María?
¿Qué dice el relato sobre la profetisa Ana?
Interioricemos en el texto
El Evangelio narra un gesto ritual que realizan los padres del niño Jesús al llevarlo al Templo para presentarlo al Señor y también aparecen dos personajes proféticos, Simeón y Ana, que reconocen al niño como el Mesías y Salvador. Es la primera vez que Jesús entra en el Templo y lo hace con sus padres quienes buscan cumplir con la ley de Moisés con dos finalidades: presentar al hijo primogénito por pertenecerle a Dios (cfr. Éxodo 13, 2. 12-15) y el ofrecer el sacrificio por la purificación de María al considerarse que, por el nacimiento de un hijo, dejaba “impura” a la madre por el hecho de la pérdida de sangre (cfr. Levítico 12, 1-8). El sacrificio que ofrecen hace saber de la situación humilde de la Sagrada Familia ya que no estaban en condiciones de ofrecer una res (cfr. Levítico 5, 7). También el relato da la única referencia que tenemos de Jesús en su vida oculta (v. 40). La presencia de Simeón y Ana, que estaban en el ocaso de sus vidas, revela la luz de la esperanza que mantenían aguardando para ver al Mesías Salvador. Al darse el momento, bendicen y agradecen al Señor pues confiaban en la Palabra de Dios que siempre se cumple. Ambos son personas que saben callar y escuchar, orar y esperar y, sobre todo, ser fieles a la Palabra de Dios.
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Para profundizar en el Evangelio contestémonos a nosotros mismos, con sinceridad, las siguientes preguntas:
¿Qué podemos aprender y aplicar en nuestra vida de José y María? Y ¿De Simeón y Ana?
Simeón y Ana esperaban en el ocaso de sus vidas encontrarse con el Mesías y lo lograron. Tú, ¿vives vigilante esperando encontrarte con Dios?
En mi itinerario de fe ¿cómo busco escuchar y encontrarme con Dios? ¿Está la lectura frecuente de la Biblia, la Eucaristía y la oración?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Señor Jesús,
aumenta mi fe para saber amar tus enseñanzas,
escucharte y buscarte en cada persona, en cada circunstancia.
Saber aguardar manteniéndome vigilante a tu llegada
sabiendo que siempre cumples tus promesas y,
como Simeón, en ese momento decirte:
“ya puedes dejar morir en paz a tu siervo”.
Amén.
- Contemplación:
Para intensificar la contemplación repitamos varias veces durante la semana un versículo de la Sagrada Escritura para que alimente nuestra fe:
«El Señor es el rey de la gloria» (Salmo 23).
5.- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
Algo que podemos aprender de los padres de Jesús es que cumplen con la ley del Señor. De Simeón y Ana, que contemplan la vida desde Dios y mantienen su fe fiel a la Palabra.
Propuesta: Incluiré en mi itinerario de fe la Lectio Divina con el fin de fortalecer mi escucha de Dios, el disfrutar de la intimidad de la oración y el buscar que la Palabra sea fuente primordial en mi vida.